Pocas frases reflejan de manera más certera el pensamiento de buena parte de la izquierda que gobierna: los sueldos son resultado de una definición arbitraria de las empresas, y si no son más altos, ello es consecuencia de la falta de voluntad o del egoísmo de sus dueños. Bajo esa lógica, el establecimiento de remuneraciones más altas por ley beneficia a unos en desmedro de los otros, como si se tratara de un juego de suma cero.
Esa visión maniquea —que reduce la realidad a un enfrentamiento entre lo bueno y lo malo— desconoce el funcionamiento de los mercados y, de paso, impide atacar el problema en su esencia. Seguro que hay empresas que estrujan a sus trabajadores —así como hay políticos que abusan de sus argumentos y jueces que hacen lo mismo con las leyes—, pero los bajos sueldos no son fruto de la avaricia ni la mala voluntad. Ejemplos abundan.
De acuerdo con cifras de la OCDE, el salario promedio en Chile es un 60% menor a lo pagado en Estados Unidos —la cuna del capitalismo—, el doble de lo que recibe un trabajador promedio en México, y un 25% inferior al salario promedio en Israel. De ser correcta la visión voluntarista, y sin pretender extremar los argumentos, una parte significativa de la diferencia se explicaría por la diferente actitud de los empresarios entre países, como si el egoísmo campeara en México, la generosidad en Israel y la magnanimidad lo hiciera en Estados Unidos. ¿Cómo será en Cuba, donde domina el Estado empresario?
Las comparaciones en el tiempo también son útiles. El salario real en Chile creció 2,2% en promedio por año en los últimos 40 años, pero de manera muy dispareja entre períodos. Tuvo un boom entre fines de los 80 y la década de 1990, alcanzando su máximo vigor en el quinquenio 1992-1997, con un crecimiento de 4,5% promedio por año. Después de una persistente desaceleración que alcanzó su mínimo entre 2005 y 2009, retomó fuerza hacia 2014. Desde entonces, los salarios reales han perdido dinamismo, creciendo menos de 1% en los últimos dos años.
¿Será que la voluntad y la avaricia fluctúan tanto en el tiempo?
Cae de cajón que la búsqueda hay que hacerla en otro lado. En el entendido de que el objetivo de lograr mayores sueldos es unánime, la pregunta relevante es cómo generamos condiciones para que ello sea posible. La evidencia confirma, de manera contundente, que la disposición a invertir, a adquirir tecnología, a educarse y los incentivos a trabajar son los determinantes fundamentales de los ingresos laborales. Mientras estas dimensiones queden eclipsadas por un debate centrado en la eterna disputa entre buenos y malos, es poco probable que el trabajo formal y los salarios agarren vuelo.
“Sad but true”, dirían los rockeros de Metallica.