El sistema político y su representación parlamentaria está en crisis. Cualquier persona bien informada se da cuenta de que con el actual sistema, la gobernabilidad del país se hace cada día más difícil; por lo tanto, es imprescindible tomar las decisiones pertinentes ahora.
Tomando en consideración la última elección parlamentaria, el cuadro es el siguiente: se presentaron a dicha elección, en la línea de los diputados, 27 partidos políticos, 12 de los cuales no alcanzaron los mínimos para continuar como partido, es decir, no obtuvieron el 5% de los votos y no eligieron cuatro parlamentarios en dicha elección. De los 15 partidos resultantes, nueve que no lograron el 5%, pero sí eligieron cuatro o más parlamentarios, llegaron al Congreso. Solo seis partidos políticos lograron superar ambos requisitos mencionados: Renovación Nacional, la UDI, el P. Republicano, el Partido de la Gente, el Partido Comunista y el Partido Socialista.
Entre las distorsiones que presenta el actual sistema está que los partidos que no cumplieron ninguno de los requisitos, sí eligieron parlamentarios que accedieron al parlamento, pero dichos diputados inmediatamente se plegaron a diferentes bancadas existentes.
Otra distorsión es la autodenominación por parte de parlamentarios elegidos en las listas partidarias como “independientes”. En la actualidad, alrededor de 40 diputados y senadores se presentan ante la opinión pública como independientes, no obstante que de acuerdo con las normas solo tres parlamentarios son auténticamente independientes porque fueron elegidos al margen de todas las listas en competencia; me refiero al senador Bianchi, al diputado Bianchi y a la senadora Campillai.
El error original de esta situación es que cuando se cambió, en buena hora, el sistema binominal por el proporcional y se estableció el umbral del 5%, este fue acompañado por un “salvavidas”, cual es que el partido que no cumple dicho umbral salva su permanencia legal eligiendo al menos cuatro parlamentarios.
Otra distorsión que ocurre en el actual sistema es que el parlamentario elegido en una lista no tiene inconveniente alguno para cambiarse de partido o de bloque político en su ejercicio legislativo, de tal manera que miles de ciudadanos que eligieron a un candidato en determinada fórmula política se han encontrado con la sorpresa de que su voto se perdió dado que su candidato en el transcurso de su mandato no solo se cambió de partido, sino también adicionalmente de bloque político y aun más, cruzó la barrera entre el oficialismo y la oposición. Realmente hay casos bastante excepcionales en estas materias.
En dos años más tendremos elección de la totalidad de la Cámara, de la mitad del Senado, y la más importante, la elección presidencial. Todos los candidatos a Presidente de Chile debieran tener conciencia de que, si lo descrito no lo cambiamos ahora, el próximo gobierno, cualquiera sea su orientación política, enfrentará crecientes dificultades de gobernabilidad. Sencillamente no es posible gobernar con más de 20 partidos en el Parlamento y cinco o seis más que se están constituyendo en el Servicio Electoral.
Frente a este cuadro, la alternativa debe ser directa y clara para cambiar de raíz esta situación. El proyecto de ley debiera contemplar:
1. Todo partido, para mantenerse como tal en el sistema y tener representación en el Parlamento, debe lograr el 5% de los votos a nivel nacional en la elección de diputados.
2. No debe existir el “salvavidas” de la elección de cuatro parlamentarios como alternativa a no cumplir el umbral.
3. El parlamentario que se cambia de partido cesa en su cargo en forma inmediata.
4. Los candidatos deben presentarse en listas y los ciudadanos deben votar por la lista, privilegiando los programas y las propuestas de dicha lista y no solamente las virtudes personales de cada candidato.
5. Debe existir la orden de partido en las políticas públicas generales, exceptuando aquellos temas que impliquen valores o creencias de carácter personal.
6. Dado el protagonismo y la influencia que adquirirían en este nuevo sistema las direcciones de los partidos políticos resulta imprescindible fiscalizarlos y regularlos mediante la intervención del Servicio Electoral en sus elecciones internas de tal manera que dichas elecciones y sus resultados tengan la legitimidad que da la participación en esos procesos del Servicio Electoral.
Frente a este tipo de propuestas han surgido opiniones para rebatirla en el sentido de que esta no es una prioridad ciudadana; pues bien, la falta de respuesta del sistema político a dichas demandas, que se expresan en la desconfianza ciudadana sobre los partidos y el Parlamento, es precisamente la permanencia de un sistema que impide el procesamiento y resolución de dichas demandas.
Francisco Vidal
Exministro de Estado