Se ha dicho que la muerte de Piñera ha dejado a la derecha en la orfandad. Es cierto. Perdió el paraguas que disimulaba su incapacidad de plantear sus ideas siempre nuevas de puro viejas, pero indispensables en estas turbulencias. Fue así como dejó de aportar, permitiendo que se llegara al vacío político en que hemos caído: han sido poca cosa.
Permitieron ser reemplazados por el liderazgo del caudillo, para quedarse con caciques locales de poca monta. Y sus parlamentarios y cuadros dirigentes se achicaron para ponerse en el nivel de poca monta, al punto de una conducta irresponsable mayúscula durante el gobierno anterior: cesaron de plantear caminos propios frente a los problemas acuciantes, que transmitieran una mística y ofrecieran equipos válidos para enfrentarlos.
Se transformaron, como nunca antes, en una izquierda pasada de moda, o en un progresismo soft, terminando por aplaudir a la Concertación y planteando volver a ella por falta de ideas propias.
Ignoraron el legado del Gobierno Militar, lo que no tiene por qué afectar su adhesión democrática, como lo demuestra la redacción y adhesión a la tan vilipendiada y ahora reconocida Constitución de 1980, en su articulado permanente, además de sus múltiples políticas públicas que se han demostrado exitosas levantando al país. Han sido incapaces de percibir la necesidad de un estamento arraigado de servidores públicos, y de formar su personal, lo que ha permitido malear la administración del Estado.
Hoy, como nunca, es preciso llegar a la enorme cantidad de personas (no forman multitud porque son individualidades y no masas), independientes, dueñas de casa, trabajadores dependientes, que aportan su calma y tranquilidad frente a lo cotidiano, con esperanza y fe en el futuro, sustentada en su optimismo y confianza en sus capacidades, que son las cualidades que requerimos para proyectarnos al futuro: ver la realidad en forma positiva para bien de todos. Ellos aportan un marco de empatía, de cooperación y resiliencia que nos fortalece en el presente ayudando a superar el peso de la vida y nos permite levantar la vista más allá de las privaciones cotidianas.
Como nunca, necesitamos reunir a estas personas para generar un ambiente positivo, que haga de antídoto contra la negatividad de todas las izquierdas con sus revoluciones refundadoras y críticas permanentes. Ellas suman una enorme mayoría que políticamente ha estado dispersa porque se la ha ignorado. Es la tarea que se debe acometer.