Es verdad. Como dicen cada cierto tiempo futbolistas y entrenadores, la presión que se vive en esta profesión no es para nada comparable a la que tiene que soportar el jefe o jefa de hogar cada día al salir a buscar el sustento diario para su familia. O, como vemos hoy en Chile, al que lo ha perdido todo por un incendio feroz que ha arrasado no solo cosas materiales, sino que sueños.
Estamos claros en eso.
Pero, igual, no deja de ser un tema a reflexionar lo que han dicho en las últimas semanas los DT Jürgen Klopp y Xavi Hernández al anunciar sorpresivamente que dejarán sus puestos en Liverpool y Barcelona, respectivamente: se cansaron de convivir con la presión de los resultados.
Es obvio que, por tratarse de entrenadores de equipos de élite, pareciera que tanto Klopp como Xavi están exagerando. Porque si para ellos es tensionante y estresante dirigir equipos que gastan millones de euros en la contratación de jugadores top, se hospedan en lujosos hoteles y viajan en primera clase, ¿qué le queda al DT que debe bregar contra dificultades básicas como tener una buena instalación para entrenar, implementos o un sueldo digno para ejercer la labor que más le gusta?
Pero no. A Klopp y a Xavi hay que saber entenderlos, porque, al anunciar que están cansados y hastiados, están poniendo en el centro del debate un aspecto bien relevante: el fútbol profesional ha dejado de ser un divertimento capaz de convocar mágicamente a todos los componentes sociales para convertirse en una industria mercantilista que solo concibe el éxito a través de la acumulación de logros de unos pocos, es decir, de los que tienen la capacidad de comprarlo. Y a partir de ello, se exige, se obliga, se presiona.
“Mi energía no es ilimitada”, explicó Klopp al hablar sobre su retiro de Anfield. “Ser entrenador de Barcelona es cruel”, señaló Xavi con cara de hastiado al anunciar su partida.
No, no se trata de posturas de divo. Sus decisiones no tienen nada que ver con asuntos de plata (sería inconsecuente de su parte) ni con su incapacidad como entrenadores (aunque Xavi sabe que no ha dado el tono que se presumía al asumir la banca catalana).
Simplemente, no quieren seguir bajo la acción trituradora de la moledora de carne que son sus clubes y buscarán renovar no solo energía, sino que motivación, antes de enfrentar sus próximos desafíos.
Klopp y Xavi, sin duda, saldrán de esta etapa de oscurantismo que viven hoy y seguro volverán pronto a la élite.
Pero sus mensajes no deberán ser olvidados por los futboleros.
Ganar es un objetivo básico, esencial en el fútbol y en todos los deportes (la esencia es la competencia). Pero nunca es una certeza, sino que siempre es una posibilidad (con porcentajes distintos, de acuerdo a muchas circunstancias).
Conseguir un triunfo, un título, es la consecuencia de una suma de factores. Pero no solo el que gana es exitoso. Siendo segundo, cuarto, solo clasificado a algo o mostrando niveles superiores o incluso por sobre lo esperado, también puede hablarse de éxito.
Claramente hay que exigir, tender a la excelencia.
Pero solo hasta cierto límite. Es el grito de Klopp y Xavi que debemos escuchar.