Escuché esta semana una conversación entre panelistas de la TV sobre qué ideas predominaban actualmente en la esfera pública; si las de derechas o de izquierdas. Un tema apasionante.

Un error común en ese tipo de disquisiciones es situar la cuestión en un plano tan general —como libertad (derechas); igualdad (izquierdas)— o bien, reducirla a preferencias expresadas en encuestas de opinión.

En realidad, tanto aquellas generalizaciones como estos reduccionismos no toman en serio el papel de las ideas en la sociedad.

Un antídoto frente a tales esquematizaciones es un famoso pasaje del sociólogo alemán Max Weber, donde plantea que con frecuencia las “imágenes del mundo” creadas por las ideas han determinado, como los guardagujas, las vías por donde corre la acción colectiva.

Las encrucijadas históricas son resueltas entonces, precisamente, por ideas e intereses ideales de los actores en conflicto. De allí su importancia decisiva. Según Keynes, recordarán ustedes, “los hombres prácticos, que se creen libres de toda influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto”. Hoy cabría agregar a los/las influencers, por lo menos, a sociólogos, escritores, filósofos y comunicadores.

Entonces, en el caso de Chile, ¿qué ideas predominan hoy en, sobre y a través de la política? Difícil discernirlo.

En menos de un lustro tuvimos varios ciclos donde el tren de la historia avanzó por distintas vías abiertas por los guardagujas. Partimos con las ideas de la revuelta octubrista (2019) que pusieron en jaque las estructuras del sistema y la imagen de mundo de las élites. La creencia de que allí no hubo procesos de ideación es tan ciega como imaginar una violencia fuera de un marco de lenguajes, símbolos, interpretaciones.

Así quedó estampado en el siguiente ciclo, con la emergencia de una nueva generación de izquierdas que buscó una refundación nacional aprovechando la efervescencia octubrista. Duró apenas hasta el rechazo del 4-S de 2022. Aquel fue un parteaguas de ideas. No solo la historia cambió de dirección, sino que la imagen de mundo de las derechas entró a comandar el entorno político-comunicacional de las ideas: orden y seguridad, valores católico-conservadores y reactivación neoliberal, Estado social subsidiario.

Mas tampoco las derechas criollas pudieron crear un cuadro de ideas capaces de superar el atrincheramiento de la política y dejar atrás a la fronda partidista. Imaginar que sus ideas tienen ahora la hegemonía es tan ingenuo como fue ayer la creencia de que la historia había culminado en la conjunción de ideas liberales, democráticas y capitalistas.

Hoy esa tríada ideal aparece estrellada en el suelo y no hay una imagen de mundo capaz de restituir su unidad. Nos miramos en un espejo trizado.