Tras escribir tantas columnas sobre la falta de formación ciudadana en nuestro sistema escolar, decidí acercarme a las embajadas de varios países europeos que tienen democracias consolidadas. Convencida de que la democracia en Chile no tiene un futuro sano y en armonía si no aprendemos a valorarla desde la primera infancia, investigué en esas embajadas cómo logran en sus países que los niños —luego adultos que votan— comprendan sus derechos y deberes cívicos; cómo consiguen que la democracia no se vea solo en el acto de votar, sino como una actitud diaria hacia los demás y las instituciones acordadas.
La respuesta fue siempre la misma: la formación en respeto cívico se aprende ojalá en la familia, y luego en la educación formal desde prekínder y en toda la vida escolar. En cada colegio, todos los días, en todos los ramos, hasta en los recreos. Cada docente —me explicaron— debe tomar conciencia de que está formando a un futuro ciudadano. No es cosa de un solo ramo llamado Educación Cívica, que también ayuda, sino de inculcar un comportamiento diario de respeto a los demás, a la autoridad del colegio y a los espacios comunes. Y así, un grupo formamos CivisChile, para entregar parte de nuestro tiempo a decenas de escuelas en todo Chile, y promover experiencias de formación ciudadana. Ayudamos a que surjan talentos y líderes positivos a través de atractivos proyectos como Rutas Patrimoniales Estudiantiles, limpiezas del entorno y diversas iniciativas de colaboración. Los jóvenes encuentran más entretenido ir a sus colegios: se vinculan, conocen a sus profesores en otra dimensión y desarrollan una disposición colaborativa desplegando sus variados talentos. Llevamos cuatro años desarrollando CivisChile, fundación sin fines de lucro, y nos enorgullece constatar impactos relevantes en respeto y cortesía.
Nuestra élite política en los últimos años malgastó enormes recursos y hoy tenemos menor crecimiento económico, más delincuencia y un inaceptable, imperdonable deterioro en educación. Los chilenos necesitamos una mejor democracia, mayor consideración hacia los ciudadanos de parte de las autoridades públicas —incluyendo el buen uso de los dineros de todos los chilenos— y, a la inversa, más respeto de los ciudadanos a la autoridad. En resumen, mejor actitud cívica. Y hay que promoverla desde la niñez.
Esto no es “moralina”, es lo que hemos podido observar en escuelas donde se forma la mayor riqueza de nuestro país: los niños y el futuro de nuestra democracia.