Sostener que Estados Unidos está en declinación es tan corriente como discutible, hasta equivocado. Recuerda cuando Mark Twain, en 1897, sostuvo: “Las noticias sobre mi muerte son una exageración”. Así lo consignó en un telegrama enviado al New York Post con ocasión de la publicación de su obituario, estando vivo.
La realidad es que Estados Unidos es la primera potencia del mundo, y probablemente seguirá siéndolo por las próximas décadas. Su economía mantiene el mismo peso mundial desde hace 40 años, más que duplica a la europea; está reforzada por su condición de primer productor de petróleo y gas; excedentario en la producción de alimentos; titular del dólar, moneda transaccional para más del 90% del comercio internacional; por su dominio de las ciencias y tecnologías avanzadas, de internet, digitalización, inteligencia artificial y biotecnología, donde 7 de las 8 mayores empresas del rubro son norteamericanas. Habría que sumar su enorme poderío militar, que supera varias veces a cualquier otra potencia, con alianzas con decenas de naciones, como ningún otro país.
Lo anterior no significa que el poder de Estados Unidos pueda imponerse globalmente con la facilidad del pasado; está desafiado y tensionado por China, que le pisa los talones en lo militar y en lo económico. Tampoco se puede desconocer que su influencia está limitada luego que muchos de sus aliados dejaron de ser obedientes a sus dictados, y que el ejercicio de su poder se ve restringido por la disfuncionalidad de sus instituciones; por los errores de sus gobernantes y, especialmente, por la incertidumbre de la elección presidencial de noviembre de 2024, amagada por Donald Trump, que pretende gobernar por segunda vez.
De triunfar Trump, el enorme poder de Estados Unidos quedaría en manos de un impredecible líder autocrático y populista, que menosprecia las instituciones democráticas, las libertades políticas y económicas, que pone en peligro los equilibrios constitucionales y que promueve el aislacionismo y el proteccionismo como instrumentos de su narrativa “Hacer a América grande, de nuevo”.
De ser elegido Trump, surgirían riesgosos vacíos de poder para la seguridad mundial. Situaciones como el bloqueo marítimo en el Mar Rojo y la amenaza venezolana de invadir Guyana, desactivadas en estos días por el despliegue de la armada norteamericana, y la invasión rusa en Ucrania, se materializarían sin oposición.
A pesar del caos judicial que experimenta Trump, con 91 cargos penales, sigue superando a Biden en las encuestas, cuyo mensaje de integridad y mejoría económica no convence al electorado, que duda de sus capacidades para asumir los desafíos futuros de Norteamérica.
El verdadero drama de Estados Unidos y del mundo libre no es la supuesta declinación norteamericana, son los riesgos que presenta Trump y la incapacidad de Biden para impedir su elección.