Solamente dos países han sido designados sede de un Mundial Juvenil: Argentina en 2001 y en este año que termina; y Chile en 1987 y en el torneo a jugarse en 2025. En 2001, Chile participó luego de ganar un cupo en el Sudamericano de ese mismo año en Ecuador y en 1987 jugó por derecho de anfitrión, tal como sucederá en 2025.
El fútbol juvenil tiene un origen que nos resulta familiar a los chilenos. Fue en 1949 cuando nuestro país organizó un “Campeonato de la Juventud de América” y fueron dos los que aceptaron la invitación: Brasil y Uruguay. Ganó Brasil el torneo reservado para jugadores menores de 23 años, que fue el primer antecedente de los sudamericanos juveniles y de los mundiales de la categoría.
No hay un reconocimiento general para Chile por este hecho. Pero así ocurrió. Y, cuidado, que el año anterior, 1948, Colo Colo organizó el “Campeonato de Campeones de América”, idea del discutido dirigente albo Róbinson Álvarez, que sería la semilla de la Copa Libertadores (en 1960) y de la Champions League (1955). Respondieron a la invitación del campeón chileno 7 clubes y el ganador fue Vasco da Gama (el anfitrión fue cuarto).
Es decir, en esos años éramos campeones en dar ideas futbolísticas exitosas, aunque seguimos siendo buenos organizadores (como los últimos Juegos Panamericanos). Hoy es distinto y la designación para el Mundial Juvenil de 2025 es, como muchos dicen, un “premio de consuelo” después de la trastada que le hicieron al país sus hermanos de la Conmebol al borrarlo de la organización tripartita del Mundial 2030. Lo concreto es que la FIFA, junto con la UEFA, la Concacaf y todos los demás se sumieron en el miedo luego de que el presidente de la organización chilena amenazara con renunciar a la vicepresidencia de la Conmebol si el país no era compensado luego de ese desaire imperdonable.
Fui testigo de la justa mundial juvenil de 1987, año en que me desempeñaba como comentarista en una radioemisora que solamente trasmitía en AM y que era propiedad de un empresario muy tacaño. Con Carlos Alberto Bravo, relator y gran compañero de viaje, viajamos a Talcahuano, donde encontramos alojamiento en un establecimiento muy modesto, pero muy modesto, que no era precisamente un hotel y creo recordar que el baño estaba dentro de un ropero, pues un closet resultaba muy moderno para el lugar, aunque tal vez mi recuerdo no sea exacto a estas alturas.
Desde ahí salíamos al estadio, en Concepción, con los equipos de trasmisión al hombro y a veces colgando de la pisadera de alguna micro.
Chile, como es sabido, fue semifinalista esa vez, Yugoslavia campeón y su entrenador, Mirko Jozic, fue contratado por Colo Colo.
Demás está decir que este regalo le llega a Chile cuando prácticamente no dedica ninguna atención a las series menores y acaba de aprobar el aumento a seis de los extranjeros en cancha. Notable. Verdaderamente notable.