Dicen los futboleros más veteranos, esos que han visto y jugado desde hace años, que el juego ha tendido a complejizarse demasiado. Que los básicos conceptos que todos manejaban, hoy, por obra y arte de las escuelas técnicas súper desarrolladas y de los discursos pomposos de los entrenadores con sus pizarras virtuales emitidas por internet y redes sociales, han ido desapareciendo y, con ello, se le ha quitado la magia de lo simple al deporte más hermoso del mundo.
Puede ser cierto. Pero solo a medias.
Claro, es verdad que a diferencia de lo que pasaba hace algunas décadas, el vocabulario futbolero ha aumentado, convirtiéndose así casi en un idioma nuevo. Hay palabras que antes no se usaban. Mas no por ello el fútbol ha dejado de penetrar masivamente. Lo que sí ha impuesto es una mayor atención para un mejor entendimiento de las distintas instancias del juego.
Por ejemplo, uno de los mayores alegatos de los conservadores es que hoy se hable de “transiciones” en lugar de “contrataques” (N. de la R: nunca estuvo bien utilizar “contragolpes”, que es un concepto boxeril y no futbolístico). Pero ese cambio puede explicarse fácilmente.
El concepto contrataque denunciaba y se utilizaba para definir algo muy simple: la recuperación pronta de la pelota y el ataque rápido para pillar desprotegido al rival que atacaba, al cual se le había robado el balón y que nos atacaba. Punto. No había más que entender.
En cambio, las transiciones son técnicamente algo mucho más completo.
Y es porque ellas no solo denotan un aspecto del juego (el ataque), sino que también involucran el complemento total (la defensa).
Es que hay transiciones ofensivas y defensivas.
Las primeras se denominan transiciones defensa-ataque y se dan cuando se recupera la pelota. En dicha instancia hay dos opciones para un equipo que ha realizado el robo de balón: el ataque directo (que es buscar lo más rápido posible el arco rival) o la posesión (que es conservar la pelota para intentar un ataque organizado).
Las transiciones defensivas, en tanto, se dan cuando un equipo pierde el balón. Ahí también hay dos posibilidades de actuación: el repliegue (que es recuperar la posición defensiva rápidamente) o la presión tras pérdida (o sea, intentar ir a robar rápidamente el balón en las posiciones más ofensivas posibles).
Mirar un partido cualquiera, teniendo claro estas variables estratégicas, permite un entendimiento claro y rápido de las propuestas de los entrenadores en sus equipos. Y así se puede debatir y comentar con mayor propiedad.
Está claro entonces que no es que el fútbol se haya tornado de repente en una actividad solo para expertos. No estamos hablando de física cuántica ni tenemos que hacer un posgrado en la NASA para entenderlo.
Pero sí es necesario estudiarlo desde el punto de vista pedagógico-técnico para entenderlo, comentarlo y disfrutarlo.
La simpleza del fútbol es un poco eso.