La astucia posee su lugar en la política. El escritor francés del siglo XVII Francois La Rochefocauld, un hábil cortesano, diplomático y escritor, en una de sus célebres Máximas, condena el “uso ordinario” de la astucia y la admite, con sagaz pragmatismo, “para servirse de ella en alguna gran ocasión y para algún gran interés”, puesto que, de lo contrario, “tan acostumbrados estamos a disfrazarnos ante los demás que al final nos disfrazamos ante nosotros mismos”.
Los avatares de la inteligencia engañosa en la política aparecen temprano en el pensar de Occidente. Homero elabora toda la Odisea en torno a un héroe ambiguo que —a diferencia de los héroes de la Iliada— se define no por el coraje, sino por su argucia. “Polytropos” es el epíteto que emplea, el cual, literalmente, quiere decir, de múltiples recursos o maneras: rico en ardides, traducen unos; mañero, otros. La astucia es una habilidad mundana que emplea el artilugio, la celada, el pequeño o gran engaño necesario para alcanzar un propósito específico. La astucia se vincula, así, con el poder, en su sentido más amplio, y sus herramientas son el halago, el disfraz, la afectación de sentimientos, la intriga, el cultivo de “amistades útiles” (aquellas que se abandonan apenas pierden interés), el discurso falaz. El reino de la astucia no es el de la violencia ni el de la bondad, sino el del disimulo, la máscara y el cálculo. Odiseo la emplea constantemente para satisfacer su deseo principal: volver a casa y vengarse. Su peripecia vital está repleta de trampas y mentiras. Odiseo es maestro del disfraz y del embuste. Personaje de ficción él mismo, es el primero que descubre y pone en práctica un espacio intermedio entre el discurso verdadero y el discurso falso, uno que narra no lo que es o ha sido, sino que lo que podría haber sido, espacio que muy posteriormente se llamará “ficción”.
El primer gran fabulador es un astuto. A cada rato falsifica su identidad, adopta múltiples máscaras y, en fin, por medio de sus incontables mañas, regresa, recupera su reino y a su también astuta esposa, la perseverante Penélope, y se venga cruentamente de los empoderados y arrogantes pretendientes. La parte final de la Odisea transcurre no en un campo de batalla, sino en la corte de Itaca, y su ambiente de conjuras, intrigas y venganzas presagia algunas de las mayores obras históricas de Shakespeare. En la Odisea el autor griego traslada la guerra al palacio y sustituye el arrojo iracundo por la premeditada estratagema. Pese al repudio moral que provoca es curioso, con todo, que en este amplio marco temporal no sea posible pensar la política sin una pizca de astucia en el momento y medidas justos.