El Presidente Boric reconoció haber sido excesivamente duro como oposición. Algunos tomaron esa declaración como un mea culpa. ¿De qué?, nadie sabe. Como si la política se tratara de qué tan duros o no duros son en el trato personal. Cuando un sector llegó al poder validando la violencia y habiendo intentado remover a un presidente democrático, el tema claramente no es de “tono”.
Su coalición hizo mucho mal como oposición y hoy está haciendo uno aún más grande desde el gobierno. Frente a ello, no cabe una oposición meramente “constructiva”, sino proporcional al daño que están provocando. O dicho de otro modo, lo más constructivo que puede hacer, es frenar las acciones que el Gobierno está llevando a cabo; asumir que, desgraciadamente, ninguno de los problemas que afligen a los chilenos se solucionará con ellos en el poder (solo se han agravado), y trabajar para que esta coalición no vuelva a ser elegida.
Sí, el tono es duro, pero proporcional.
Chile tiene hoy un gobierno hundido en uno de los escándalos de corrupción más grandes de nuestra historia y al ministro, en cuyas narices se “perdieron” miles de millones de pesos, encadenado, megáfono en mano, a las puertas de su ministerio para que nadie lo saque de ahí; con un país completamente estancado económicamente; con autoridades paralizadas y sin autoridad moral para enfrentar la violencia; que se niegan a abordar, por razones ideológicas, la crisis inminente del sistema de salud; con una coalición oficialista sin agenda para enfrentar la debacle educacional; y que reconoce hoy que la inestabilidad que han provocado era innecesaria, porque están “cómodos” con la Constitución vigente. Ante un gobierno así, se necesita una oposición contundente y proporcional al daño que está causando.
Dicho en simple y con ejemplos: no se dan votos para más impuestos a un Gobierno al que “se le pierde” la plata, administra mal, no moderniza el Estado ni tiene una agenda seria procrecimiento; no se acuerda una reforma previsional que pretende sacarle a la gente parte de su cotización individual para entregarla a la administración del Estado. Mientras el Gobierno no entienda que las pensiones no mejoran si no aumentan las remuneraciones, y que ellas no suben si no hay inversión, y que ella no crece si hay incertidumbre, no se les puede seguir aprobando malas reformas; se acusa constitucionalmente cuando se deben hacer valer responsabilidades políticas, aunque no haya certeza de tener votos para ganar. Porque lo importante es que los parlamentarios ejerzan las responsabilidades que asumieron al jurar y que cada uno se haga responsable cómo vota en definitiva; se reabren debates que la izquierda se ha apresurado en dar por zanjados, es decir, cómo las reformas educacionales del segundo gobierno de Bachelet han fracasado, se revisan y se cambian. El daño por no hacerlo no lo pagan los parlamentarios, sino generaciones de niños y jóvenes que han sufrido sus efectos.
La izquierda acusará a la oposición de “poco constructiva” y de “politizar” los debates. Se les responderá que son acciones proporcionales al daño que sus medidas están provocando, y que no es que se “politice”, sino que son debates “políticos”. En cada uno de esos temas hay visiones políticas diferentes y contrapuestas para abordarlos.
Los malos gobiernos, a quienes más dañan son a las personas más vulnerables. Por tanto, ser una oposición firme y proporcional es un mandato ineludible.
Marcela Cubillos