“Muchos dirán que cuando fuimos oposición le sacamos la cresta al gobierno y debilitamos a la autoridad. Hay algo de cierto en eso y ahí hay un aprendizaje”.
Ese reconocimiento del Presidente Boric pudo ser valioso al principio, pero a casi la mitad del mandato resulta vacío. El Gobierno no está tomando decisiones que enmienden lo que se admite como errores.
Al día siguiente del mea culpa, la clásica gráfica de “El Mercurio”, al lado del editorial, lo resumió en blanco y negro: Gabriel Boric montado en una bicicleta, sosteniendo una carpeta de “pendientes” y una estela de ellos volando: delincuencia, listas de espera, isapres, crecimiento, etc.
Hay un deterioro progresivo en el país, en todo sentido. Sí, los problemas tienen un origen anterior, pero en estos casi dos años el daño se ha acelerado. Los números son peores y la actitud para evaluarlos también. Cuando se esperan decisiones, que es para lo que se elige a un gobierno, recibimos comentarios, explicaciones, condescendencia.
Frente al duodécimo aumento del desempleo conocido esta semana, el ministro de Economía comentaba que “nuestro mercado laboral todavía requiere más fuerza, mayor creación de empleo”. La ministra del Trabajo remataba: “La tasa de desocupación se ha estabilizado… Sabemos que tenemos un desafío en esta materia…”.
Al día siguiente vino el Imacec: Chile creció 0,3% en octubre. Para el ministro Marcel fue una buena noticia: “Nos deja muy cerca de evitar las cifras rojas…”. Síntesis: estaríamos cerca —tampoco lo dio como un hecho seguro— de no caer al precipicio. ¿Medidas para reactivar el crecimiento y el empleo? ¿Actitud para levantar el alma de Chile y la desesperanza en el presente y el futuro? Cero.
En delincuencia esa actitud es todavía más elocuente. Desde las autoridades disertando en puntos de prensa sobre por qué aumenta el delito o no se expulsa a los migrantes ilegales; más los permanentes obstáculos que el Gobierno pone a las reformas que no les gustan al Partido Comunista y al Frente Amplio (Ley Naín y Usurpaciones, por mencionar algunas). Hasta incluso el intento de responsabilizar al gobierno anterior; o el desprecio que manifestó esta semana la ministra vocera con la mayor preocupación de los chilenos, la inseguridad, pues, a su juicio, “es difícil ponerse como meta combatir sensaciones”.
Frente a la corrupción, el Gobierno espera que pase el tiempo y nos olvidemos de los miles de millones de pesos que se traspasaron a fundaciones vinculadas a sus partidos. Salvo la renuncia de Giorgio Jackson, prácticamente a la fuerza, ninguna decisión política de peso, como merecería un escándalo de esa envergadura. Los museos públicos están cerrados desde hace más de un mes y sus trabajadores en paro, exigiendo mejoras salariales y de otra naturaleza. También la cultura, el espacio del que se ha apropiado desde siempre la izquierda, parece estar hoy abandonada. Gobernar es una tarea trascendente, requiere, incluso más que ideas, capacidades y experiencia. Durante décadas el requisito tácito para ganar una elección presidencial en Chile fue el respaldo de partidos políticos con trayectoria y de amplia representatividad. Porque a La Moneda se llega a actuar, no a experimentar. Mientras termino esta columna, leo que ha renunciado a su partido un senador de la Región Metropolitana y anuncia la formación de una “nueva agrupación política”. Sumo, entonces, más razones para votar a favor del texto constitucional, que propone cambios de fondo al sistema político: no más candidatos sirviéndose de partidos para llegar al Congreso y luego abandonarlos para la aventura personal; y no más pymes electorales que, en un momento de vulnerabilidad social, lleguen a gobernar sin la trayectoria y capacidades para afrontar problemas y tomar decisiones que los resuelvan.
Isabel Plá