Se acabó Santiago 2023 y el balance de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos es feliz. Chile respondió con creces en lo organizativo, más allá de algunos problemas iniciales que fueron incluso celebrados por algunos que con inexplicable morbo parecían desear que la cita resultara mal.
La delegación nacional consiguió muy buenos resultados en la cancha, en especial el deporte paralímpico, que gozó de un éxito sin precedentes. Otro punto positivo.
Ahora viene lo difícil. La administración y utilización del Parque Estadio Nacional con sus nuevos recintos, para que sea efectivamente un espacio que permita continuar con el desarrollo de la actividad deportiva día a día. Ese que es silencioso y no se lleva la atención mediática.
Las primeras señales no son alentadoras. Hasta el momento hay agendados más recitales que actividades deportivas en el principal coliseo.
Esa dualidad de uso desencadena una serie de problemas. El primer afectado es Universidad de Chile, cuya localía histórica ha sido en el Nacional y ya sabe que tiene que competir con Los Bunkers, Karol G, Iron Maiden o al que se le ocurra dar un recital en Ñuñoa. Además, no se trata solo de la fecha del evento musical, sino también de los daños a la cancha y a la pista de atletismo recién estrenada. Es cosa de ver lo que está sufriendo Colo Colo tras ceder el Monumental para Roger Waters.
Y los azules, a su vez, generan problemas a otras actividades. ¿Cuál va a ser el operativo de seguridad cuando, por ejemplo, un partido de la U coincida con un torneo de natación? ¿O con la Copa Davis? ¿A quién se le daría prioridad? En los Juegos Panamericanos, la convivencia multideportiva era posible por la ausencia del siempre conflictivo factor de las barras bravas.
Un buen ejemplo del uso del legado lo está dando el hockey sobre césped, que ayer dio inicio al Mundial Junior Femenino en su nueva cancha, bautizada en honor a Claudia Schüler. Con la base de un trabajo bien hecho en los últimos años, la federación de este deporte reivindica su derecho a administrar el recinto. Un derecho que parece bien ganado.
¿El problema? Esta disciplina firmó una carta pidiéndolo junto con otras federaciones, en un saco en el que caben no solo las que trabajan bien, sino que varias que hacen noticia de tanto en tanto por escándalos administrativos. Y otras tantas que ni siquiera funcionan actualizadas a las exigencias que establece la ley de federaciones deportivas nacionales.
Así, es difícil que el IND ceda de buenas a primeras el derecho de administración de los recintos. Mal que mal, se trata de inversión de recursos públicos, y ya para 2024 está destinado el doble que en 2023 ($6.500 millones) para el funcionamiento del nuevo Estadio Nacional.
Pero también está el otro legado, el inmaterial. ¿Marcará Santiago 2023 un cambio en la cultura deportiva de Chile? La asistencia masiva a los recintos hace pensar que sí, que se ha sembrado una semilla que en los próximos años veremos germinar, con futuros deportistas inspirados en los logros de Crovetto, Köbrich, Weil, Ford, Nervi y tantos otros. Ojalá.
Sin embargo, permítanme dudar. En 2014, Santiago también recibió una cita internacional (los Juegos Odesur) en la que el Nacional se llenó para ver deportes que no eran fútbol. Muchas conclusiones eran igual de optimistas que entonces y no se concretaron. Es de esperar que ahora sí se hagan realidad.
Solo el tiempo lo dirá.
Alejandro Cisternas
Coordinador de Deportes