Ya cerrados los Parapanamericanos, la jornada internacional más exitosa del deporte chileno se clausura con los mismos aplausos que cosechó durante su desarrollo. Es la mayor empresa deportiva encarada por el país. Y esta vez no es necesario agregar la consabida frase “después del Mundial del 62”. Estos Juegos no han sido después de nada, son antes de todo.
No se trata solo de apuntes emocionales, especialmente en el caso de los paratletas, sino también de cuestiones prácticas, tangibles, estructurales. La organización en sí, en manos de gente muy capaz llegada a última hora; la infraestructura, la originalidad de algunas ideas —como la utilización del metro—, la calidad de las comunicaciones, el trato amable y cálido a los espectadores, la puntualidad, el reconocimiento a veteranos comunicadores —gracias—, todo fue entusiastamente celebrado por todos, incluyendo a importantes personeros internacionales.
Entre esos dirigentes está el alemán Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, quien dijo: “Mi consejo sería que una vez terminemos estos Juegos exitosamente, deben comenzar a colocarse la siguiente meta. Y entre ellas podrían estar unos Juegos Olímpicos u otros eventos de este carácter”. Ni más ni menos que el presidente del COI. ¿Será Thomas Bach un apasionado, como Johann Sebastian? No lo sé, pero sus palabras sonaron como música celestial y su anfitrión ese día en Santiago, Harold Mayne-Nicholls, sumó: “Los JJ.OO. de 2032 están asignados a Australia. Yo iría hoy por los de 2036. Empezaría hoy la campaña”.
Ahora bien, el jefe de la organización Santiago 2023 siempre se ha mostrado responsable y su experiencia dirigencial organizativa no es solo nacional, sino también internacional, además de un estudioso de temas históricos deportivos y escritor, desde “El caso Rojas, un engaño mundial”, en dupla con Marco Antonio Cumsille, a propósito de la actuación del “Cóndor” Rojas en el Maracaná. No puede pensarse que lo haya dicho en un arrebato.
Se nos dice que unos Panamericanos no son equiparables a unos Olímpicos y eso creo que todos lo sabemos. También sabemos que era difícil asegurar el éxito de los Juegos recién terminados a pocos meses de su comienzo, pero lo hubo. Tampoco podía asegurarse que fueran a interesar al público, normalmente capturado por la información y los espectáculos del fútbol, a pesar de su deteriorada imagen. Pero le interesó y resultó un gran triunfo en asistencia y en recaudación. Fue muy impresionante ver a filas de espectadores por las mañanas de días de semana esperando ingresar. Las comunicaciones fueron eficientes y hay que agregar que los comentarios de los espectadores y las declaraciones de los deportistas hicieron lo suyo. Los Juegos eran creíbles y la gente respondió, como siempre responde cuando ve seriedad en las ofertas.
Ahora, ¿qué tiene el país para encarar unos Olímpicos? Por de pronto, la infraestructura, de gran calidad según todos los entendidos. El respaldo popular. ¿Económicamente? No es fácil, los JJ.OO. de Tokio costaron 28 mil millones de dólares. Se requeriría respaldo estatal y privado. Mucho respaldo.
Además, mejoras en la seguridad ciudadana, considerando que el ingreso de turistas a Santiago 2023 fue menor al esperado y que algunas embajadas advirtieron a sus compatriotas de los riesgos de venir a Chile por sus crecientes índices de criminalidad.
Y eso no es tema de un comité organizador.