Esta columna está escrita antes del partido en Quito. Parece importante cerrar en las opiniones el ciclo que terminó para nuestra selección apenas concluido el encuentro contra Paraguay en Ñuñoa, para luego abrir el que empezó ayer en Ecuador. Cerrar el de Berizzo y abrir, por el tiempo que dure, el de Nicolás Córdova. Este es, formalmente, un interinato hasta marzo del próximo año. Pero nunca se sabe… porque Córdova es un técnico que todavía es joven y que todavía se mantiene como esperanza de la banca.
El “Toto” Berizzo ha dejado claro que es un tipo serio y con un gran aguante enfrentado a la presión. Si a cualquiera, en cualquier trabajo a plazo fijo, le preguntan todos los días cuándo piensa renunciar y hay miles de personas escuchando las preguntas y las respuestas, el tipo tira la toalla, renunciando o estallando contra el preguntador de turno. Ahí, Berizzo mostró nervios de acero, nunca respondió mal y siguió trabajando.
Creo que el DT se equivocó en un par de asuntos en el último período de su era. Uno, al decir que al momento de su renuncia la opción chilena a clasificar se mantiene “intacta”. Se equivocó, porque no está intacta y, al contrario, quedó muy comprometida.
El segundo tema erróneo fue el momento de la renuncia, que debió presentarse al final de la fecha FIFA, es decir, luego del partido con Ecuador. Esto, en todo caso, es comprensible, pues ¿qué pasaba si Chile ganaba el segundo partido y se reavivaba la ilusión popular? Tal vez no renunciaba y seguía en medio de las llamas de lo que para él era un infierno, supongo.
Quedaron algunas cosas de su paso por la Roja. Primero, su determinación al aceptar la oferta recibida por Chile, que no era generosa en dinero. Tal vez valió más el cariñoso recuerdo del Mundial con Bielsa, el afecto que sembró en Rancagua, donde no sé si siguen sirviendo el “Toto”, ese sándwich gigante que él popularizó en la ciudad. El caso es que aceptó volver.
Había también en ese retorno un gesto de valentía y optimismo, pues ya se sabía que la “Generación Dorada” disparaba sus últimos cartuchos, si es que no los había disparado todos ya. Berizzo sabía que en Chile las renovaciones espontáneas no se dan o, al menos, no son generosas. Ya se veía eso. Pero igual aceptó entrar en ese proceso, muy complejo y de resultado incierto.
Por supuesto su capítulo se gastó mayormente en esa búsqueda de nuevos valores que no aparecían. Por supuesto, una forma de jugar dependería de la calidad de esos futbolistas por aparecer. ¿Cómo estructurar un equipo sin saber quiénes serán los jugadores?
A pesar de todo, se fue organizando un plantel y empezó a aparecer un equipo. En medio de pifias, desgarros y acoso, la Sub 23 de los Panamericanos es buena muestra de un interés juvenil, aunque el interés del fútbol chileno por sus jóvenes no sea muy alto.
Alexis, desencantado de todo, lo dijo después del empate con Paraguay: “Pero volvimos a lo mismo con Berizzo, la misma línea: presión alta y toque”, retratando con esas palabras un retorno a la era de Bielsa.
En suma, algo se avanzó en este período recién cerrado. Berizzo no hizo una revolución, pero tampoco le hizo daño a nadie, aunque no lo acompañaran los resultados. Otros, en cambio, no tienen resultados y siguen haciendo un daño enorme, como Pablo Milad y el directorio de la ANFP. Esas renuncias sí que son esperadas.