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Editorial
Lunes 20 de noviembre de 2023
Un cambio histórico
Se necesitará tiempo para dimensionar en toda su magnitud los alcances de la victoria obtenida ayer por Javier Milei en Argentina. Con el temprano reconocimiento de su derrota por parte del candidato oficialista, Sergio Massa, terminó una de las contiendas electorales más polarizadas de toda la historia trasandina.
El triunfo de Milei representa el hastío de la población argentina ante una situación económica desesperada, marcada por la pobreza y la hiperinflación. Pero también, la opción por un programa que pretende cambiar radicalmente un modelo signado por el populismo y las prácticas clientelistas. Ese anhelo de cambio terminó siendo mayor que el miedo a la pérdida de beneficios sociales y que las dudas que podía despertar la polémica personalidad del postulante libertario, un outsider que se enfrentará ahora a la tarea de dar viabilidad política a sus ambiciosas y radicales propuestas.
La actitud de Massa al haber reconocido con prontitud la derrota y felicitar al ganador habla bien de la democracia argentina, luego de una contienda electoral durísima.
Biden, Gaza y Trump
El conflicto en el Medio Oriente ha tensionado a la sociedad norteamericana, con comunidades judías y árabes influyentes económicamente y en votos. Los demócratas están divididos casi a la mitad entre quienes aprueban (50%) y desaprueban (46%) la forma como el Presidente Joe Biden ha manejado la política hacia Israel y los palestinos. La aprobación ha caído siete puntos desde agosto, según un sondeo de AP/Norc, el que muestra que el 65% de los que desaprueban piensan que EE.UU. ha dado demasiado apoyo a Israel. Y puede seguir bajando, a medida que el conflicto continúe dejando innumerables bajas de civiles palestinos.
Estos números deben preocupar a Biden. A pesar de que la política exterior no es un factor determinante en los resultados electorales, un traspié internacional afecta su popularidad, ya muy menguada. Apenas 39% de los encuestados por Reuters/Ipsos la semana pasada aprueban su gestión. Si Gaza es un tema internacional polémico, también lo es el de las relaciones con China. Biden tuvo una buena reunión en APEC con Xi Jinping, pero quedó empañada por la polémica luego de que el Presidente, ante una pregunta periodística, dijera que el líder chino, efectivamente, “es un dictador”.
Este tipo de gaffes perjudica las opciones de Biden, porque sus frecuentes errores, su titubeante caminar y sus distracciones se ven como pruebas de que, por su edad, ya no estaría capacitado para repetir en el cargo. Y de alguna manera eso está reflejado en las encuestas, donde se percibe un bajo entusiasmo de sus partidarios: el 50% dice que votará por Biden para frenar a Donald Trump; solo el 38% le da un apoyo por convicción.
La contienda electoral recién comienza. Quedan dos meses para que partan las primarias, con New Hampshire abriendo el calendario, el 23 de enero, seguida por el caucus de Iowa y, más tarde, la elección en Carolina del Sur. Para Biden era crucial empezar en este último estado, donde el voto negro lo favoreció en 2020, y así comenzar la carrera con un triunfo resonante. De hecho, no está inscrito en New Hampshire, donde ya hay dos contendores demócratas preparados, Dean Phillips, representante de Minnesota, y la autora de libros de autoayuda Marianne Williamson, quienes no tienen opciones, pero serán una molestia para el lucimiento de la campaña.
En este contexto, muchos demócratas y analistas ponen en duda la conveniencia de que sea el candidato demócrata. Es evidente el riesgo de reemplazarlo por alguien que deba trepar en la carrera tarde y ganarse apresuradamente el apoyo y reconocimiento de los electores. Pero también hay un riesgo de que Biden no pueda llevar el ritmo de una campaña que será feroz contra un energético Trump, quien, a pesar de sus problemas con la justicia, mantiene el liderazgo republicano.
Las encuestas muestran que Biden tiene una intención de votos del 49%, mientras Trump se hace con el 51%, un margen estrecho que no permite pronósticos a un año de la elección. Y menos cuando la nominación republicana está lejos de estar definida, aunque Trump lidere todas las encuestas.
En una situación así, con los dos principales candidatos cuestionados por distintas razones, no puede descartarse que aspirantes independientes o de un grupo político nuevo adquieran protagonismo sorpresivo. No es frecuente, pero hay más de un ejemplo de personajes que compitieron por fuera de los grandes partidos y tuvieron una votación no despreciable. El caso emblemático es el de Ross Perot, el millonario que obtuvo casi 20% de votos en 1992 y que ayudó al triunfo de Bill Clinton. O en 2000, cuando Ralph Nader le quitó apoyos a Al Gore en Florida, estado que le dio finalmente el triunfo a George Bush hijo.
Este puede ser el caso de Robert Kennedy, quien por su apellido y sus aires “rebeldes” es una molestia para demócratas y republicanos. Kennedy inscribió su candidatura en octubre y ya aparece en las encuestas con 20% de apoyo si fuera a una elección con Trump (32%) y Biden (30%).
Para los demócratas, Kennedy es un peligro porque su discurso en contra de las corporaciones, a favor del medio ambiente y de los descontentos en general captaría voto anti-Trump, en perjuicio de Biden. Para los republicanos también es un desafío, porque el hijo del senador asesinado en 1968, a pesar de venir de una familia demócrata, atrae el voto de sectores conservadores extremos, por su discurso antivacunas y otras posturas “conspirativas”.
Otro referente que puede complicar a republicanos y demócratas es No Labels, que fundara el exsenador Joe Lieberman y que lanzaría un candidato en abril si la carrera se da entre Trump y Biden. Molesto, el Presidente dijo que Lieberman “está en su derecho, pero él sabe que eso ayudará al otro tipo”.