La liturgia, ya preparando el fin del año litúrgico, nos regala hoy la famosa parábola de "las vírgenes prudentes y las vírgenes necias". Es un texto cargado de simbología, de carácter escatológico, donde se nos quiere invitar a poner la mirada en lo último, el "escatón", la realidad definitiva, para tomarnos con responsabilidad la vida cristiana presente: es insensato escuchar el Evangelio sin convertirlo en una forma de vida. Es urgente la conversión. Las vírgenes, simbólicamente, se refieren al pueblo de Israel que espera la llegada del Mesías . Algunas personas están atentas y preparadas, otras se han olvidado de lo fundamental: el aceite. La medianoche es el momento en que el pueblo de Israel fue liberado y huye de Egipto guiado por Moisés, como lo dice El Libro de la Sabiduría. Y es una referencia a la oscuridad en que está sumida la humanidad que ha dejado a Dios de lado. Cristo es el "esposo" esperado que en medio de la noche viene a rescatarnos, trayendo la nueva luz de la salvación. Las lámparas con su aceite representan el corazón humano que anhela la salvación.
La invitación de la parábola es a sentirnos identificados con estas jóvenes vírgenes. Algunos cristianos se han tomado muy en serio el seguimiento de Cristo y actúan de manera responsable, haciendo vida el Evangelio. Sin embargo, hay otros que lo hacen de manera frívola y descuidada, cumpliendo de manera externa cierta ritualidad, pero sin dejar que el Señor transforme verdaderamente sus vidas . La parábola se refiere a estar preparados, con las lámparas con su aceite y encendidas. Pero esto no apunta a cómo enfrentamos la muerte, sino a un trabajo que abarca toda la vida. Todo el mundo interior que se va cultivando a lo largo de la vida a través de la oración y la caridad es ese aceite que alimenta la vida divina en nosotros. Esto requiere de un trabajo arduo. No hay atajos, sino que requiere perseverancia y esfuerzo.
Aquellas personas que no se ocuparon de cultivar esa vida verdadera que el Señor nos ofrece, al final de su existencia, no tienen como recuperar lo no vivido. Lo que no vivimos, o lo que no amamos, simplemente lo perdimos. Y cuando llegue el momento decisivo de partir de esta vida, lo que no convertimos en caridad, simplemente está destinado a la corrupción y a desaparecer. Las otras vírgenes no les pueden compartir su aceite, es decir, lo que amaron y vivieron, pues es algo que cada uno debe cultivar y desarrollar.
Entendemos entonces la necedad de estas jóvenes que no supieron cuidar el aceite, lo único importante, y se distrajeron en otras cosas. Conocemos tantas personas que viven así, apagadas, incluso exitosas ante el mundo, pero sin trascendencia en sus vidas. Es la vida dedicada a lo inmediato, a las urgencias, pero que olvida el verdadero sentido de esta. Es una necedad equivocarse en esto.
El mes de María que recién comienza, unido al fin del año litúrgico, es un tiempo especial para recuperar el sentido último de nuestra vida. La reflexión, la oración y la caridad son herramientas que nos llevan a cultivar aquello que no perece en nosotros, sino que aquello que trasciende y es vida definitiva.
"Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta".Mt. (25, 10)