Se esperaron demasiado y se fueron rápido. En el tránsito sobraron las dudas y los errores, propios de un país donde en muchas actividades el gobierno de turno borra de un plumazo lo que hizo el otro, aunque esté bien hecho. En esa misma lógica, si una coalición no corta la cinta, lo normal es que el esfuerzo sea con taxímetro. No operan las razones de Estado, lo habitual en democracias más avanzadas.
Esa es la primera lección que dejan los Juegos Panamericanos de Santiago 2023. Se sufrió por esa mezquindad que observamos no pocas veces en nuestra vida cotidiana. Chile, como en el Mundial de 1962, respondió al desafío, más allá de los yerros que no pueden considerarse una anécdota (medición de la marcha de mujeres, goteras en el Polideportivo de Viña del Mar y del Estadio Nacional).
En el registro quedará el bochorno de la final del fútbol femenino, donde la selección se presentó ante México sin sus arqueras inscritas, por una osada e irresponsable decisión del entrenador, Luis Mena, avalada por el coordinador y ayudante del técnico, Manuel González. La ANFP no escuchó en su momento las denuncias sobre el desempeño del funcionario, que pocos meses antes tuvo un altercado inaceptable en cualquier organización con Pablo Abraham, ex DT de la Sub 20 femenina. Solo este último fue cesado.
Las palabras de Pablo Milad al concluir la disputa de la medalla de oro no son aceptables. Plantear que la conformación de las selecciones corresponde a la gerencia técnica es una barrabasada. Las listas son elaboradas por los entrenadores. El aparato administrativo manda correos, reserva futbolistas, arma la logística y nada más. De lo contario, el mérito de la plata de los varones en Viña del Mar sería de la gerencia. Un disparate.
Ante la envergadura del papelón y la temperatura ambiental de la opinión pública, es posible que los nervios traicionaran al curicano. En rigor, cualquier vocería era ir a los leones.
En Sausalito, el cuadro de Eduardo Berizzo acarició la presea dorada frente a Brasil, en un partido en el que ratificó las bondades exhibidas en este torneo. Chile fue un equipo corto, intenso, que siempre buscó profundizar y ocupar las bandas. No hubo puntos bajos, en una oncena donde primó lo colectivo. No sobra el talento, pero sí el funcionamiento. Al igual que en la mayor, el pecado está en el finiquito.
Lejos se ve el 25 de enero, cuando Wanderers goleó 5-0 a la Sub 23. De esa tarde en Playa Ancha sobrevivieron los porteros Tomás Ahumada, Brayan Cortés, los defensas Jonathan Villagra, Bruno Gutiérrez, Daniel Gutiérrez, los atacantes Alexander Aravena y Clemente Montes.
Además de Aravena, los microciclos arrojaron jugadores para sumarse al grupo que formó el seleccionador nacional. Eso es muy valorable. Felipe Loyola parece entrar en su plena consolidación, mientras Villagra, Vicente Pizarro, Maximiliano Guerrero, César Pérez y Alfred Canales, expuestos a una exigencia superior, no defraudaron. Ojalá mantengan su crecimiento y no se pasmen.
Hoy y mañana se pone al día el torneo local, que el fin de semana disputará una fecha para luego entrar otra vez en modo eliminatorias. Esa es otra historia, con una pista pesada, por el exceso de ansiedad y ausencia de realidad.