Entramos a tierra derecha. En poco más de un mes, el país decide entre A favor o En contra. En el intertanto conoceremos varias cifras económicas. Por ejemplo, el Imacec de octubre, dos datos más de inflación y el desempleo del trimestre móvil ASO. ¿Cómo se viene la mano? ¿A qué opción podría ayudar más la economía? Analicemos.
Partamos con historia, con el contexto de la paliza que sufrió el Apruebo en ese septiembre del 2022. La inflación de agosto había sido 14,1% y al momento del plebiscito alcanzaría 13,7%. El PIB del tercer trimestre defraudaría y el desempleo pasaría la barrera del 8%. En septiembre se reportaría la primera caída del Imacec, la tónica de muchos meses subsecuentes. La economía pintaba mal y la gente lo sabía. Aprobar un proyecto refundacional, con la incertidumbre que implicaba y ad portas de una crisis: una locura. El 61,89% de Rechazo lo dejó claro.
Vamos al presente. El 2023 ha sido malo en lo económico. Sin embargo, de aquí a diciembre las cifras deberían remontar algo. ¿Adiós crisis? No da para tanto.
Si la expectativa de inflación de 4,3% a diciembre se cumple, probablemente ya en octubre estaremos bajo 5%. Alivio, pero igual en niveles altos. Si el PIB cae -0,25% este año, la expansión del segundo semestre sería solo marginal respecto del 2022. Y gracias a la baja base, la variación del Imacec debería pasar a positivo en los próximos meses (fue -0,03% en septiembre). Claro, sin alarde. En el desempleo la cosa es grave. El 8,9% duele y difícil que caiga mucho antes del 17/12. Sumando y restando, los datos no darían para destapar espumante.
El siguiente tema es si este ambiente da ventaja a una de las opciones en diciembre.
Dado que la coalición de gobierno está por el En contra, quizás menor inflación y gotitas de crecimiento ayudan a su causa. Puede ser, pero el alto endeudamiento de los hogares y las tasas de interés que ahogan serán barreras a un “voto de confianza”. Tampoco es obvia la disposición de la gente a atribuir mérito a la administración por su gestión. Vea el desastre de la educación en Atacama. ¿No sube el atractivo de elegir la opción privada?
Entonces, a pesar de una remontada en los descuentos, más pertinente parece evaluar el ánimo generalizado producido por un mal año económico. Sume expectativas de expansión de largo plazo exiguas, que pueden ser incluso inferiores si del plebiscito sale un desastre. Así que el sentimiento del 2022 debe haberse profundizado. ¿Un experimento? No, gracias.
A favor o En contra traen consigo incertidumbre. La ciudadanía está agotada. El Gobierno lo sabe y por eso ha planteado que el proceso constitucional termina en diciembre. Sin embargo, su pulsión refundacional, a pesar del desempeño de la economía, genera dudas. Además, la Constitución actual tiene una novedad a veces ignorada: su reforma del 2022 facilita meterle mano (quién sabe qué depararía eso). Así, quizás frente a los riesgos, el A favor tenga una ventaja. Es triste, pero para concretarla, con un país ahora con aspiraciones de progreso aguadas, más que la oferta de sueños, dicha opción debe convencer de que su propuesta limita más las embarradas.