El Presidente Boric nuevamente reprendió a un periodista en una conferencia de prensa. Esta vez no le gustó que le preguntaran por el proceso constitucional.
“¿Considera que se debería haber hecho un esfuerzo mayor para alcanzar un acuerdo transversal? Y lo otro, usted dijo en marzo que cualquier resultado de una Constitución era mejor que la escrita por cuatro generales. ¿Aplica para este proceso?”, fueron las simples preguntas del periodista de este diario.
Y la furia se desató. Una vez más.
“Parto de la base que la tesis que subyace a su pregunta es que debió haber habido un acuerdo suficientemente transversal. ¿Esa es la opinión de ‘El Mercurio'?”.
Visiblemente molesto, siguió adelante…
Pese a que cuando asumió el poder, en una reunión con corresponsales extranjeros, usó la frase “Siéntanse cómodos, incomodando”, es claro que el Presidente suele sentirse incómodo cuando lo incomodan.
En plena campaña se enfureció con un periodista de Radio Biobío, cuando le preguntó la fecha en que se habría realizado el test de drogas.
Ya asumido, en junio de 2022, el periodista de la radio Capissima de Arica debió decirle: “No se enoje, no se moleste”, ante la furia del Presidente por una pregunta sobre la delincuencia.
Poco después, en plena campaña por el Apruebo, un periodista preguntó si le parecía adecuado firmar ejemplares, a lo que una vecina dijo: “Estudiar tanto periodismo para hacer preguntas tan ridículas”, generando la inmediata risa complaciente de Boric en lo que fue un evidente bullying al profesional.
Este año, en abril, hasta el Colegio de Periodistas reclamó públicamente ante la ofuscada reacción del Presidente con un fotógrafo de Agencia Uno, a quien sorprendió fotografiándolo cuando se encontraba en su oficina con la puerta abierta.
Un mes más tarde las emprendió contra La Tercera por Twitter, por publicar que su ida al estadio Santa Laura había significado tener “50 efectivos en alerta”. Boric no trepidó en calificar como una “noticia falsa” dicho artículo, e incluso cuestionó al medio de comunicación señalando una “línea editorial crítica del Gobierno”.
Tal vez la explicación de todos estos episodios se encuentra en el exabrupto de la semana pasada en la comida de la Sofofa.
“Cuando leo los titulares de los diarios, la verdad leo poco los diarios a esta altura, es impresionante el afán por preferir las malas noticias”.
Curiosa forma de entender el periodismo. Como si los diarios, en vez de hablar de la guerra en Medio Oriente, debieran hablar sobre la cosecha de vainilla en Madagascar. Y en vez del asesinato de turno, debiera hablar del partido de fútbol organizado por una junta de vecinos.
Curioso también, porque su irrupción en política no fue precisamente en pos de enaltecer las buenas noticias. De hecho, el sector al que pertenece solo buscó las malas noticias de los 30 años (muchas de las cuales son fake news), cuando estaba lleno de buenas noticias.
Pero en la Sofofa el Presidente fue más allá. Y las emprendió con nombre y apellido, cruzando un límite hasta ahora indómito: “No sé cómo siguen leyendo los diarios ‘El Mercurio', La Tercera, La Segunda” y, en un momento de exaltación, preguntó si había algún editor de este diario ahí. Nadie se identificó, pero la pregunta es qué le hubiera dicho…
Los gobiernos siempre se quejan de la prensa. Sus problemas —asumen erróneamente— suelen ser solo comunicacionales, y la única responsabilidad es “no saber comunicar los logros”, y que “la prensa no los quiere recoger”. En el caso de Chile, la izquierda se lamenta de que “todos los medios están controlados por la derecha”, y la derecha se lamenta de que “todos los periodistas son de izquierda”. Misma técnica de culpar al empedrado. Meras caricaturas para justificar sus propios errores.
Es evidente que hay muchos que han ido más lejos. Trump, Maduro, López Obrador, Cristina Fernández, Correa, Bolsonaro y tantos otros. Las actitudes de Boric todavía están lejos, pero ha emprendido un peligroso camino en esa dirección. Y ello es complejo.
El matoneo debe detenerse ya. Y alguien le tiene que avisar (dado que confesó que no lee los diarios).
Para una persona que ha dicho leer con mucha atención a Albert Camus, habría que recordarle la frase de que “una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”.
Pero además es necesario comentarle que es un error pensar que las virtudes de su gobierno no son visibles por culpa de la prensa. Que su baja popularidad no es fruto de complot de ciertos medios. Que la sensación de delincuencia no es culpa de los matinales.
La prensa perfectamente podría decir “y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía…”.