Queríamos una casa de todos, como la mayoría de los chilenos.
Desde Amarillos hicimos lo posible para que se llegara a acuerdos transversales, a pesar de las limitaciones de un partido en formación. Propusimos la Comisión Experta y apoyamos los doce bordes acordados por el Congreso. Nos alegramos de la propuesta de los expertos y advertimos sobre los intentos de imponer cuestiones identitarias que obstaculizaban llegar a un texto compartido. Colaboramos para desentrampar las diferencias principales. En algunas hubo avances, en otras no se logró. Lo sorprendente fue que la minoría rechazara los cambios demandados cuando la mayoría cedió. Hubo quienes desde un principio no estaban dispuestos a aprobar un texto hecho por un Consejo donde predominaba la derecha más radical.
Llevamos más de cuatro años en esta discusión y Chile no ha superado la polarización posterior al 18-O. En este contexto, ¿es posible una Constitución que una a una mayoría del mundo político? Los hechos nos han demostrado que no. Entonces la pregunta es si seguimos intentándolo o asumimos con realismo que no tendremos esa casa de todos.
De allí que la decisión se remite sobre dos opciones. Una nos propone seguir como estamos, con la Constitución actual: la de los cuatro generales o la de Lagos, la misma que ha sido deslegitimada durante años por quienes invitan a votar A favor, que ahora quieren reivindicarla. Seguir igual es asumir que mantendremos un país ingobernable, con parlamentarios con poca votación y la existencia de 22 partidos. Eso no lo cambiarán quienes se benefician de ello. Es seguir con la incapacidad de resolver los problemas de salud, educación, previsión, seguridad, con una dispersión política que contribuye al populismo y la polarización. Es aumentar la incertidumbre que hace que para los inversionistas sea preferible hacerlo en otros países en vez de venir a Chile, con las consecuencias de estancamiento económico, reducción de empleos y salarios.
Los chilenos sabemos que estamos peor que hace diez años, que las expectativas de progreso han sido defraudadas porque no avanzamos ni resolvemos los conflictos, con el impacto que eso tiene en la vida cotidiana
La otra opción es dar un paso importante para salir del pantano.
La propuesta del Consejo no es perfecta, pero está lejos de ser el proyecto refundacional de la Convención que apoyaron quienes hoy votarán En contra, y es mejor que la Constitución que nos rige.
Por de pronto tiene un origen democrático. Además, establece un Estado social y democrático de derechos entregando al Estado el deber de remover los obstáculos que impidan o dificulten ejercer estos derechos. Establece normas nuevas para evitar la corrupción; para proteger a las víctimas de la violencia; para proteger el medio ambiente y la naturaleza; la protección de datos personales; el derecho a la vivienda adecuada; la protección de los animales; mecanismos de participación e iniciativas ciudadanas de ley; mejoras efectivas en relación con la descentralización; modernización del Estado; el derecho al cuidado; avances en los derechos de las mujeres, entre otros.
Lo más importante es que fija un umbral de 5% para tener representación parlamentaria. Esto permitirá reducir el número de partidos de veintidós a seis o siete, terminando con el desgobierno actual que está ahogando el desarrollo de nuestro país y las oportunidades de nuestro pueblo.
Una Constitución no es un menú a la carta. Esta propuesta tiene cuestiones controvertidas, tiene redundancias, contiene materias que son de ley, personalmente tengo reparos en algunas propuestas, pero nada de ello sobrepasó los bordes acordados en el acuerdo del Congreso Nacional. Es más, el comité de árbitros nunca tuvo que intervenir. Por último, el quorum para introducirle reformas es de tres quintos, muy distinto de los dos tercios que estableció la Constitución de 1980 y que ha tenido más de doscientas reformas.
Por lo tanto, quienes creemos que Chile no puede seguir a la deriva, tenemos la opción de votar A favor de un cambio, que no será sin ripios y que requerirá de posteriores reformas, pero que nos sacará del letargo actual.
Mariana Aylwin