La experiencia panamericana que Eduardo Berizzo decidió tomar con el equipo Sub 23 se transformó en una buena decisión.
Ello porque, más allá de los resultados obtenidos (y que de todas maneras son importantes, porque se trata de competencia químicamente pura), también es trascendente otro aspecto. Y ese es que ha sido posible evaluar si, a partir de lo exhibido en los Juegos, Berizzo ha logrado dos cosas que parecen ser objetivos planteados por él al hacerse cargo de la Sub 23 con miras a su labor en la selección adulta: aumentar la base de jugadores y profundizar en su diseño de juego, en el fondo futbolístico.
Parece haber una respuesta: se ha avanzado, pero no para pensar que se encontraron verdaderas y sólidas soluciones para la Roja adulta.
Ello simplemente porque las experiencias de una y otra son parecidas, pero no iguales.
Vamos viendo. Es indudable que jugadores como Vicente Pizarro, César Pérez, Maximiliano Guerrero y Alfred Canales, por ejemplo, pueden estar en la órbita del DT nacional como opciones en las convocatorias futuras de la Roja adulta. Pero no parece claro que alguno de ellos pueda hoy mismo pelear derechamente un puesto en el equipo eliminatorio, como pasa con Alexander Aravena y Felipe Loyola, que ya son parte del plantel mayor de Berizzo (además de Brayan Cortés, obviamente).
¿Por qué? Porque casi ninguno (hay excepciones) ha sido probado más que en esta instancia a nivel internacional, por lo que ponerlos a jugar una eliminatoria no solo es una apuesta arriesgada, sino que además puede llegar a ser hasta contraproducente para sus propios crecimientos competitivos.
Tampoco es muy claro que el modelo de juego mostrado por la Sub 23 sea traspasable al equipo que juega eliminatorias.
En la Sub 23, Berizzo exhibió, con matices y no siempre, un 4-3-3 marcado, con juego más directo que de posesión en varios pasajes.
La explicación es simple: tenía los futbolistas para hacerlo. En esta Sub 23 se puede sacar un volante y poner un delantero porque los mediocampistas tenían marcadas tendencias a la traslación de funciones y tareas y la oferta de delanteros exhibía jugadores con características de punteros y también de atacantes centrales.
En la adulta parece difícil replicar este mismo modelo.
En la Roja que juega las eliminatorias, el cuadrado o rombo del mediocampo parece ser inalterable, toda vez que hay jugadores específicos (volantes centrales, mixtos y de enlace) que no están diseñados para el intercambio de funciones.
En el ataque el tema es más claro aún porque de hacerse una línea de tres, ¿quiénes la compondrían? Siendo más específico: ¿acaso Ben Brereton es un puntero clásico y Alexis Sánchez un “9” de área? Si uno apostara por ellos dos y sumara, por ejemplo, a Alexander Aravena, ¿cómo los pararía posicionalmente Berizzo?
Difícil encontrar las respuestas adecuadas.
Por eso no es llegar y decir que la experiencia panamericana debe ser traspasada a la Roja adulta para aumentar los niveles de competición.
Hay matices, hay diferencias. No es lo mismo.