“En Chile los anticomunistas plantean que el comunismo trae pobreza (…), y no hay nada más alejado de eso que el proceso chino liderado por el PC”, reflexionó Camila Vallejo después de su viaje a China. Luego añadió que “es sorprendente para los países de Occidente cómo China logró sacar a tanta gente en tan poco tiempo de la pobreza. Y eso rompe prejuicios, porque es ni más ni menos el PC que lidera un proceso de modernización china, que logra incorporar el libre mercado y el comercio en una estrategia política orientada”.

La reflexión de Vallejo es interesante, pues plantea un nuevo referente para el quehacer de la izquierda chilena, que un día coquetea con Venezuela y Cuba, y al día siguiente flirtea con los países nórdicos. Lo curioso es que, a juzgar por su retórica y sus acciones, el Gobierno desconoce la esencia del milagro chino.

China comenzó a crecer cuando dejó atrás el comunismo. Este proceso —del cual me declaro admirador— se construyó sobre la base de altas tasas de ahorro e inversión, mayor rol del mercado, apertura comercial, meritocracia y orden, por nombrar algunas. Estos no parecen ser los principios que guían el actuar de la coalición gobernante. Como botón de muestra, el famoso TPP —acuerdo comercial al cual China quiere acceder— fue aprobado en Chile con el voto en contra de sus parlamentarios.

Otras dimensiones del milagro chino son más complejas. Las jornadas de trabajo extenuantes no están debidamente supervisadas —más allá de que la ley establezca jornadas de 44 horas semanales—, y el derecho a huelga no está protegido en la Constitución. Tampoco hay libertad sindical, y los sindicatos deben estar afiliados a una única organización subordinada al Partido. ¿Lo tendrá claro la ministra?

¿Habrá reparado también sobre la falta de derechos sociales, donde el lugar de nacimiento determina el acceso a educación y salud? Durante la pandemia, el gobierno evitó la entrega de ayudas a las familias, aun en situación de confinamiento. Es que la aversión en China al Estado de Bienestar es de conocimiento público, como manifestó el mismo Xi Jinping cuando escribió recientemente que ese sistema “puede caer en la trampa de alimentar la flojera y el asistencialismo” (Revista Qiushi, 2021). Fuertes declaraciones, en un país donde las desigualdades han subido sostenidamente en los últimos 30 años.

Dejando de lado la dimensión política y cultural del debate, es válido —y en cierto sentido bienvenido— que el modelo chino sea usado como ejemplo para promover el crecimiento. Pero la consistencia es fundamental. Si el PC chileno quiere seguir el ejemplo de crecimiento de China, debe cambiar su agenda. Si no, debe cambiar su ejemplo.