El cierre de la fase regular del torneo de Primera B —falta ahora que se juegue la liguilla— tuvo el final deseado: una definición con dientes apretados tanto en la parte alta —con Cobreloa llevándose en título y el ascenso a Primera— como en el sector bajo, con un Puerto Montt sufriendo la caída a la Segunda División profesional.
Ambas instancias se resolvieron en los descuentos. Cuando no quedaba nada y donde en pocos segundos se pasó de la algarabía a drama o viceversa. O sea, el drama químicamente puro. Final perfecto. Ni la mente de Hitchcock juntó tanto suspenso.
¿Se puede decir que fue el mejor campeonato del Ascenso de historia? Difícil ser tan tajante (en especial cuando no se ha seguido una cantidad considerable de ellos). Y es que si hay un torneo que renueva anualmente las emociones de alta temperatura es precisamente éste, porque las luchas se dan siempre a tope, en canchas inhóspitas para el rival, con hinchadas comprometidas con sus colores a modo militante, con climas variados, con sospechas de arreglos, maletines y ahora último, de apuestas poco santas.
Sí, es verdad que el torneo de la B este año terminó siendo entretenido. Como lo fue el año pasado cuando Magallanes hizo un campañón o el torneo de 1978 cuando lo ganó Santiago Wanderers o el campeonato de 1970 cuando Luis Santibáñez construyó el San Felipe que al año siguiente ganaría el torneo de Primera División. Todos tuvieron su encanto. Y sus historias.
Siendo así, ¿por qué muchos han dicho que este torneo de la B es mejor incluso que el de Primera División?
Parece haber una explicación lógica. Y es que en la B hay siempre dos segmentos de equipos bien diferenciados: los que aspiran a subir de categoría, y los que quieren sólo mantenerse.
Y así se arman las competencias año a año. Son siempre dos torneos en uno y sea cual sea el formato, todos van a estar peleando por sus objetivos hasta las fechas finales. Y eso crea la sensación de que la angustia y la alegría son permanentes.
Pero seamos claros. Que exista esta sensación de disputa a muerte no significa que en la B se juegue mejor que en Primera División.
Tal como señaló muy atinadamente el DT Fernando Carvallo en estas páginas, en Chile todos los equipos juegan igual y mal. Y eso por cierto que no sólo cabe para las selecciones nacionales o para el torneo de Primera. El Ascenso está en el mismo baile.
Es cosa de analizar. En la B no existen ideas ni propuestas novedosas, sino que se siguen las tendencias básicas. Hay buenos entrenadores, pero la gran mayoría no sale del modelo unívoco y monopólico de INAF. O de los cursos por Internet que son los que hacen varios de los que vienen de afuera a hacer sus prácticas.
Tampoco hay jugadores que encandilen o sorprendan con sus inventivas. A lo más, un lujito se saca a relucir. Ver a "Chupete" Suazo es hoy por hoy casi el único lujo real y permanente.
Partidos emotivos, sí. Encuentros de buen nivel, poco.
Claro, no se trata de achacar todos los males del fútbol chileno a la B después de un fin de semana que fue un festín de emociones. Pero hay que poner la pelota al piso también.