Vladimir Putin debe estar midiendo con cuidado los próximos pasos que seguirá en Ucrania y su postura sobre Medio Oriente, según se vayan desencadenando los acontecimientos tras el abominable ataque de Hamas a la población israelí. Aislado por las sanciones internacionales y con una orden de captura de la Corte Internacional de Justicia, Putin apenas ha salido del Kremlin, pero ahora ve una oportunidad para recuperar presencia y, como lo ofreció su vocero, “jugar un rol en la resolución del conflicto”.
En estos días, se arriesgó a viajar fuera de Rusia, primero a Kirguistán, luego a China para una reunión con su “socio estratégico” y con otros líderes de países asociados a la iniciativa china de “La Franja y la Ruta”. Ahí, Putin seguramente hará alguna propuesta para el Medio Oriente y justificará la guerra de Ucrania —que no habría provocado Rusia, según dice— como parte de una confrontación mayor con EE.UU., el asunto que realmente lo inquieta.
Días antes del ataque de Hamas, Putin participó en los debates del “Club Valdai”, un foro anual hecho a su medida, en el que desde hace 20 años el líder ruso analiza los acontecimientos mundiales desde su personal perspectiva y luego responde preguntas de sus invitados. El tema de esta reunión fue “Una multipolaridad más justa”, donde Putin se explayó en su visión de “la misión de Rusia”, que es “crear un nuevo orden mundial” en que los poderes hegemónicos (o sea Estados Unidos) ya no puedan imponerse al resto del mundo. Desde el derrumbe de la URSS, Rusia ha sido malinterpretada, según Putin, en su “buena fe” para modificar el sistema internacional: “lo entendieron como una sumisión… al orden construido por los que se definieron vencedores de la Guerra Fría”. Así las cosas, “han declarado como enemigos a todo aquel que no esté dispuesto a seguir a las élites occidentales”, dijo Putin, quien enfatizó que él había advertido que este enfoque “solo llevaría a un punto muerto o a un conflicto militar, pero (por arrogancia) nadie nos escuchó”. No se trata de crear nuevos bloques, sino de reaccionar a lo que ocurre alrededor del mundo, argumentó Putin, aunque es evidente su interés por unirse a China y a los otros BRICS para oponerse a Washington.
“Una paz duradera, dijo, se establecerá cuando todos se sientan seguros, cuando sus opiniones sean respetadas y haya un equilibrio, y nadie se vea forzado a vivir de acuerdo a los principios del poder hegemónico”. Su estrategia para cambiar este orden mundial ha sido agresiva, y de acercamiento a países que se sienten “ninguneados”, como India o Brasil, y a otros “parias”, como Norcorea, Irán o Venezuela, con los que forma un eje contrario a EE.UU., para intentar alterar las relaciones del poder global. En este contexto, Rusia querrá usar la crisis del Medio Oriente para mejorar su posición internacional, aprovechando sus vínculos con Irán y Hamas, así como sus relaciones con Israel, pero con el peso de la guerra en Ucrania es improbable que Putin logre su objetivo.