Es paradójico que en el Medio Oriente, zona que se menciona como una de las cunas de la civilización, ocurran no solo ahora, sino históricamente, tremendas muestras de brutalidad humana. El ataque de Hamas contra civiles israelíes ha colmado todo lo imaginable en crueldad. Abruma reflexionar que en el lugar donde nacen las tres religiones monoteístas, el odio y la venganza se manifiesten constantemente a través de la historia, incluso en los lugares más sagrados para las tres creencias. Es como para reflexionar sobre la condición humana. Y valorar que vivimos en un Estado de Derecho y que, a pesar de excepciones y reveses, gran parte de Occidente ha hecho del imperio de la ley una máxima de convivencia. En muchos países del mundo, como en China, no rige el Estado de Derecho.
La Franja de Gaza ha sido dominada desde la antigüedad por Egipto, Alejandro Magno, el imperio romano, los otomanos, y en el siglo XX quedó bajo el mandato del imperio británico. Tras la Segunda Guerra Mundial, la ONU aprobó en 1947 la resolución 181, que “divide Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, con un régimen internacional especial para Jerusalén”. Al crearse así el Estado de Israel, llegaron miles de judíos que vivían en Europa, Estados Unidos y otros lugares. Muchos palestinos se vieron obligados al exilio en países vecinos, creando una situación regional difícil. Los Estados árabes iniciaron guerras contra Israel, y lo que debió ser un conflicto regional escaló a enormes conflagraciones, porque las grandes potencias, que trataban de influir en esa zona durante la Guerra Fría, se involucraron con armas sofisticadas.
El grupo terrorista Hamas, que tanto daño hace a Israel y a la propia causa palestina, ha organizado violentos levantamientos en Gaza, donde los palestinos viven hacinados y en condiciones precarias e injustas. La brutalidad de Hamas es extrema y despiadada, ahora contra la población israelí, y en ocasiones contra palestinos moderados. Nada puede justificar las atrocidades de ese grupo terrorista.
El largo conflicto del Medio Oriente pone de relieve un aspecto central de la condición humana: la conexión con la identidad, y cómo las personas se identifican con sus orígenes culturales, religiosos o nacionales. El tema es el reconocimiento. Los israelíes exigen que se les reconozca el derecho a vivir en paz en fronteras seguras, y los palestinos piden el mismo derecho a tener una patria respetada en su suelo ancestral. Cada uno puede tener su propia interpretación de la historia larga y de las causas que han llevado a esta eterna tensión. Pero el reconocimiento mutuo siempre será la primera condición para la paz.