Las economías mundiales han enfrentado inflaciones cercanas al 10%, como consecuencia de la combinación de los encierros y fuertes impulsos monetarios y fiscales causados por la pandemia del covid-19. Posteriormente, se inició un ciclo de retiro de los estímulos que auguraba que las economías probablemente entrarían en recesión. Sobre su intensidad había divergencias, pero no tanto de si ello ocurriría o no.
En EE.UU., el proceso de aumento de tasas se inició en marzo del 2022. El impacto en las tasas del bono del Tesoro a 10 años ha sido de más de 300 puntos base, muy por sobre lo vivido en ciclos pasados y por un tiempo más prolongado. Sin embargo, los últimos antecedentes muestran que la economía norteamericana sigue dinámica. Las perspectivas han mejorado: crecimiento de 3,5% anualizado y desestacionalizado para el PIB del 3er trimestre. Además, hay un importante ahorro disponible de los consumidores y mejores utilidades de las empresas, lo que puede explicar la capacidad observada hasta el momento de resistir una recesión. La mayor solidez financiera de personas y empresas es un rasgo distintivo del proceso de ajuste actual y posiblemente está en la raíz de la resiliencia del crecimiento.
Durante este proceso, la inflación se ha moderado. El IPC americano alcanzó a 3,7% en doce meses en su última medición y 5,2% en la Zona Euro. Pero si consideramos los datos de los últimos tres meses disponibles, el ritmo de la inflación alcanza a 2,4% en EE.UU. y 2,5% en Europa.
¿Significa que ya se llegó a la meta? ¿Que se logró el objetivo y solo cabe esperar que se reviertan las alzas de tasas y, con ello, el fantasma de la recesión quede atrás? Desgraciadamente existen razones que no permiten estar seguros de que esa será la realidad. Hay aspectos puntuales que influyeron en la baja de la inflación. El PCE que es un índice que nace de las cuentas nacionales y que mira con especial atención la FED, a doce meses alcanza todavía 3,5%, muy por encima de una cifra confortable. El mercado laboral sigue muy dinámico y el alza de salarios alcanza 5,6%. Hay conflictos laborales que pueden ser incompatibles con las metas de inflación. El sindicato de algunas automotrices está en huelga y curiosamente tanto el Presidente Biden como el expresidente Trump lo respaldaron; actitud inexplicable, sobre todo por parte de Biden, que debiera ser el principal interesado en no dar señales que alimenten expectativas inflacionarias.
Como consecuencia, la autoridad monetaria mantiene una actitud conservadora respecto a su tasa de referencia. El mercado también percibe que aún no se llega al fin del ciclo y las tasas largas a diez años, no solo no han comenzado a bajar, sino que han subido recientemente.
Aún es posible que este proceso termine generando una recesión en el país del norte, pero afortunadamente la solvencia del sector privado y la trayectoria del ajuste permiten pensar que, de haberla, no será muy profunda.
Sin embargo, pueden suceder muchas cosas inesperadas. En estos días, por primera vez en la historia, el Partido Republicano, mayoritario en la Cámara de Representantes de EE.UU., desautorizó a su líder. Esto afecta a los mercados, porque acentúa la posibilidad de que no se logre un acuerdo con el Ejecutivo en materia fiscal.
El alza del petróleo impactará a la inflación y las tasas más altas por un tiempo prolongado pueden exacerbar debilidades que hoy no vemos en el sector financiero y crear nuevas crisis como los colapsos bancarios vividos a partir de marzo. Un mal ejemplo en un acuerdo laboral puede llevar a alzas salariales insostenibles y hacer más doloroso el futuro camino. La guerra en Ucrania aún puede sorprendernos y tener ramificaciones impensadas.
Para quienes conocimos los costos de la contención de la inflación global durante los años 80, que rondó el 10%, la posibilidad de que se evite una recesión parece optimista.
En aquella oportunidad, el impacto fue profundo y devastador en el mundo entero. Afortunadamente, hay aspectos que diferencian favorablemente estos dos momentos. La duración del período inflacionario en los 80 fue más prolongada y se venía cultivando con expansiones monetarias por mucho tiempo. La economía americana era más cerrada al comercio y las importaciones, respecto al PBI, eran la mitad que hoy en día. Una economía más abierta amortigua mejor los impactos de las alzas de precio. Los salarios estaban subiendo a un ritmo de más del 10%, el doble que ahora. La fuerza laboral sindicalizada era más del 20% del total de trabajadores y hoy es menor del 10%, lo que hace más flexible la economía.
Desde un punto de vista global, el tamaño de la economía de EE.UU. garantiza que, si ese país mantiene su dinamismo, aunque otros países entren en una etapa recesiva, es difícil que el mundo entero se precipite en una recesión. Europa es hoy mucho menos dinámica. Los tres primeros trimestres del año son levemente negativos en Alemania, y la Zona Euro en su totalidad está prácticamente estancada. Hace la labor del Banco Europeo algo más simple a pesar de que la inflación aún no está completamente dominada.
China ha decepcionado. Se esperaba una recuperación robusta luego del término de su estrategia “covid-0”. El impulso duró poco y el segundo trimestre fue negativo. El 2023 estará lejos de ser un buen año de crecimiento y hay suficiente interconexión en el mundo para que impacte en otras latitudes. Las dificultades financieras de algunas empresas, particularmente las inmobiliarias, pueden tener efecto fuera de China. Los principales bancos, 4 de Hong Kong y 3 de Singapur, tienen más de 10% y 20% de sus colocaciones respectivamente en el mercado chino.
Estas debilidades tendrán efectos relevantes, pero si EE.UU. logra sortear una recesión o es muy leve, la economía mundial podrá superar este difícil proceso sin gran retroceso económico.
Pero hay otra dimensión que la meramente macroeconómica. La historia muestra que es más fácil sortear una recesión si hay cambios que favorecen la productividad. Hay latentes en el mundo muchos avances tecnológicos que pueden hacer la diferencia entre un camino más doloroso o más auspicioso. Pese a las noticias de países que dificultan el comercio con quienes ven como adversarios, el intercambio sigue y la sinergia en compartir conocimientos y técnicas, se acelera. Los vehículos eléctricos chinos pueden fácilmente ganar la competencia en Europa y la capacidad logística de sus empresas pone en aprieto a los gigantes americanos en su propio territorio.
EE.UU. es más flexible para incorporar cambios productivos. Europa tiene estructuras más rígidas y se ve especialmente impactada por su acelerado intento de cambiar la matriz energética. Alemania, uno de los más avanzados, debe enfrentar costos elevados, incrementados luego de la interrupción de las compras de gas y petróleo a Rusia. China demostró en las últimas décadas una impactante capacidad para mutar y adaptarse. Mirando hacia adelante, aún se ven sectores muy dinámicos. Pero lo cambios políticos en ese país, que buscan concentrar las decisiones y el financiamiento en el gobierno, particularmente de sectores que hasta ahora han sido especialmente dinámicos, ponen en duda si el progreso podrá seguir al mismo ritmo.
Chile también ha visto diluirse los pronósticos iniciales de recesión. La inflación se ha moderado, pero a niveles aún elevados en término de doce meses. Ello ha permitido que el Banco Central modere su ajuste monetario. Sin embargo, es difícil que acelere ese camino. El hecho que la economía americana conviva con tasas elevadas por un tiempo más prologando, lo dificulta.
Por un fisco más expansivo durante el primer semestre y una razonable solvencia del sector financiero y productivo, la recesión que a comienzos de año para varios analistas parecía segura, no se ha concretado aún. Sí está claro que este año será de estancamiento.
Especialmente para Chile, la preocupación principal no debe limitarse a aspectos monetarios y fiscales. Si se quiere salir de la última década de magro progreso, es necesario facilitar las condiciones e incentivos para que se relance el crecimiento económico. Sin ello, no se podrán satisfacer las necesidades y anhelos de la población.
Desgraciadamente, hasta la fecha, más allá de diversas declaraciones, la autoridad no parece tener convencimiento ni disposición de avanzar en esa dirección.