Seis escalas y casi 40 horas tendrá el vuelo que llevará al Presidente Boric y su comitiva a China. Tiempo suficiente para ver “American Factory”, documental que muestra la realidad de una empresa estatal china que invierte en EE.UU., o quizás hojear “Por qué fracasan las naciones”, el superventas de Acemoglu (mi candidato al Nobel) y Robinson, y al que podría agregársele el capítulo “Chile y sus líderes” en una nueva edición (varios pasajeros serían protagonistas).
Ahora, más allá de esas distracciones, lo cierto es que este viaje vale la pena. En las últimas dos décadas han entrado más de US$ 130.000 millones de inversiones chinas a América Latina, recibiendo Chile un impresionante 20% del total. Localmente, su presencia se hace sentir en energía, minería, agricultura, telecomunicaciones e incluso el sector vinícola. Las autoridades chinas lo saben y son activas en defender sus intereses (muchas de las inversiones son de empresas estatales). Además, ese país es el principal destino de nuestras exportaciones. Por lo tanto, cae de cajón una visita oficial, aunque sean más de 20 mil kilómetros en lo que parece ser una Matadero-Palma. Hay que sacrificarse para buscar apoyo, y más cuando la economía local está tan frenada.
Pero seamos justos. También será la oportunidad para agradecer el desinteresado aporte que China ha realizado al país. Y, por supuesto, no me refiero a los malls chinos que hoy pueblan casi todas nuestras ciudades con todo tipo de baratísimos productos traídos desde Asia. (Hay uno en Pomaire que vale la pena visitar. Quizás se pueda agendar una visita para los que no cupieron en el avión presidencial y aún quieran empaparse de la producción china). Tampoco hablo de la enseñanza del mandarín en nuestros colegios públicos a través de los programas y esfuerzos originados desde el gobierno asiático. Miles de estudiantes ya han tenido contacto con el difícil idioma. Bye inglés, ni hao mandarín.
¿A qué me refiero entonces? A los generosos “acuerdos de hermandad” entre las regiones chinas y nuestros gobiernos locales. ¡Es que hay muchísimos y pasan inadvertidos! Esto habla mal de nosotros (muy mal agradecidos). Por ejemplo, la Región de Coquimbo (800 mil habitantes) tiene uno con la provincia de Henan (100 millones), con foco en temas culturales y productivos. Y para qué le cuento del firmado el 2021 entre la comuna de Chiguayante (90 mil) con la prefectura de Jingmenen, en la provincia de Hubei (58 millones), que busca “potenciar el intercambio cultural, tecnológico y comercial para el desarrollo y prosperidad de ambas ciudades”, o del convenio de cooperación estratégica entre Lota (50 mil) y una megaempresa china (valor bursátil = US$ 22 mil millones). Pura dadivosidad oriental, ¿no?
Se viene la emoción de ver la gran muralla, de saborear un original wantán o pato Pekín. No seamos ingratos. El Partido Comunista Chino agradecerá el reconocimiento de nuestras autoridades a su aporte. Tendremos fotos de los compañeros chinos con la compañera chilena y de apretados abrazos de afecto entre los líderes. Ojalá, eso sí, que no sean muy apretados, para que nos dejen respirar en el futuro.