El Presidente Boric contaba con el apoyo entusiasta de presidentes políticamente afines en los tres países limítrofes. Todo ha cambiado. Sus economías, deterioradas; sus mandatarios, removidos o en decadencia.
El Presidente Alberto Fernández apoyó al Presidente Boric desde la campaña presidencial. Ahora es irrelevante, tanto que no pudo postular a la reelección y podría ser reemplazado por opositores.
¿Quién se acuerda de Pedro Castillo, destituido Presidente peruano, responsable de catastrófica gestión? El Presidente Boric profirió duras acusaciones en contra de la Presidenta Dina Boluarte, su legítima sucesora. Indebidamente, exigió “cambio de rumbo” a Perú.
Luego, asumió con realismo los daños causados a las relaciones con Perú por sus imprudentes declaraciones. Mejor asesorado, se reunió con Boluarte en Nueva York. Importante fue el apoyo a la exitosa gestión de las cancillerías chilena y mexicana para entregar a Boluarte la presidencia de la Alianza del Pacífico, secuestrada por el Presidente de México, AMLO.
Luis Arce, participante de la decadente ola refundacional vecinal, presidía Bolivia sin amenazas internas. Esta semana Arce fue expulsado del MAS por Evo Morales, reelecto presidente de ese partido y proclamado candidato presidencial. La lucha recién comienza. Se extenderá al 2025, en que Arce también aspira a ser reelegido. Habrá inestabilidades, judicialización, divisiones del partido oficialista y desangramiento entre los dos candidatos. Morales se vio forzado a anunciar su candidatura por sus ansias de perpetuarse en el poder y temores de ser detenido y extraditado por narcotráfico a Estados Unidos. Arce, tan autoritario como Morales y quien cierra medios de comunicación, podría extraditarlo; mantiene en prisión a la expresidenta Áñez y al principal líder opositor, el gobernador Camacho, de Santa Cruz.
Coincide este cuadro con la ausencia de embajador en Argentina, luego de que Bárbara Figueroa renunciara para asumir la Secretaría General del Partido Comunista. Chile ha designado embajadores profesionales de categoría y políticos de alta representatividad, con notable desempeño. El problema es que muchos de estos últimos abandonaron prematuramente la diplomacia para retornar a la actividad política o para desempeñar cargos de gobierno. En más de medio siglo, la rotación de embajadores en Argentina supera apenas poco más de dos años en promedio, inconveniente para la imagen de Chile y para la función diplomática.
La afinidad entre gobernantes vecinos no basta, es volátil, de dudoso beneficio para las relaciones bilaterales. Hasta puede complicarlas. También se tendrán que asumir con realismo las diferencias políticas entre gobernantes, sean latinoamericanos, europeos o asiáticos. Finalmente, habrá que asegurarse, en la nominación de los embajadores, su compromiso de servir por un tiempo más allá de sus intereses personales o políticos.