Tal como anticiparon los que saben, es un hecho que en las últimas cinco fechas de un torneo largo como el que se juega hoy en Chile se ha podido visibilizar casi con certeza extrema qué equipos son los que disputarán finalmente el título.
Es que más allá de que las matemáticas y las probabilidades den a otros aún alguna esperanza, es un hecho que en la recta final hay solo tres competidores: Cobresal, Huachipato y Colo Colo.
En ese orden y, por ahora, justificadamente.
Lo tres equipos de los Gustavo (Huerta, Álvarez y Quinteros) han marcado diferencias en algo esencial: poseen funcionamiento colectivo, tienen una propuesta de juego, lograron establecer un fondo futbolístico que les ha permitido mantener nivel competitivo aun sufriendo bajas importantes en momentos clave.
Lo de Cobresal es elogiable. Gustavo Huerta fue capaz de cambiar incluso ciertos principios, como aquellos que imponían que un cuadro como el suyo debía establecerse como un equipo de reacción más que de acción. Las pinzas. Cobresal propone lucha por los costados con sus laterales, con punteros encaradores y vocación ofensiva y un mediocampo que recupera y da velocidad a la readecuación. El líder del torneo no ha llegado a lo alto solo defendiéndose y contraatacando. Lo ha hecho imponiendo un estilo que desacomoda al rival y lo hace jugar bajo sus condiciones. Mérito grande del gestor técnico y de los ejecutores que han sabido absorber las ideas enseñadas.
Huachipato, en tanto, es el paradigma de la mecanización de funciones. Ver al equipo de Gustavo Álvarez es como estar observando en el campo de juego una lección realizada en una pizarra (o en un Data, para ser más actuales). La práctica de la teoría, eso es Huachipato. Y tal es así que el equipo acerero ha podido dar espacio a la solidificación de rendimientos individuales por una parte, y a la vez disimular carencias e incluso superar ausencias como fue, por ejemplo, la partida a mitad de torneo de su mejor figura, Javier Altamirano.
Que Huachipato sea candidato tiene que ver con la consecuencia entre visión y ejecución conceptual.
¿Y Colo Colo? ¿Acaso no es el funcionamiento lo que lo tiene disputando el título, a pesar de todo? Gustavo Quinteros ha sido el constructor de un equipo que sabe a lo que juega. Que presiona alto porque así lo siente. Que opta por un alero directo que va por la punta y otro que hace diagonales. Por un delantero centro que las batalla no solo en el área, sino que también en el inicio de la zona de definición. Con mediocampistas parecidos, pero nunca iguales porque se varía de acuerdo a las circunstancias. Póngales nombres propios a todos ellos. Y ahí uno se dará cuenta que hay titulares, suplentes y jóvenes, todos en la misma onda. Y eso es porque más allá de que a uno le guste o no su personalidad, Quinteros ha logrado lo que hace tiempo no conseguía un DT en Colo Colo (desde la era de Claudio Borghi): que su equipo juegue guiado por la batuta de las convicciones y no de las creencias y posiciones de los que están afuera. Quinteros no come vidrio. Tampoco Álvarez ni Huerta. Por eso están ahí, en la pelea final.