El domingo pasado, este y el próximo, el Evangelio insiste en el tema del trabajo en la viña. Hay un claro interés del dueño, que es Dios mismo, por incorporarnos a todos en el trabajo de esta. La viña produce la uva y el vino, signo de una vida alegre y plena. Pero para comprenderlo de forma adecuada, debemos aclarar qué es la viña. Algunos la identifican con el cielo, otros con la Iglesia, otros con el mundo. Tiene un poco de todos ellos. Tal vez, lo que mejor representa la viña es la salvación y el Reino de Dios: es el mundo nuevo, al cual somos invitados a formar parte. Esto es muy importante, pues tiene una realidad futura, después de la muerte que llamamos salvación, pero también una realidad presente hoy, que llamamos conversión. Ya vimos el domingo pasado que si postergamos el concepto de salvación para después de la muerte, nos parece injusto el que ella no se trate de una retribución por nuestras buenas obras y méritos. Entenderla así es ver la vida como la de un asalariado que merece la paga al final de la jornada y que incluso llega a decirle al dueño de la viña cómo debe distribuir sus propios recursos de una forma justa . Cuando comprendemos que la viña es el reino de Dios, comprendemos que lo mejor que nos puede pasar es incorporarnos cuanto antes a esta labor.
El Evangelio de este domingo ya no habla de trabajadores de la viña, sino de los hijos del dueño de la viña. Este cambio de trabajadores a hijos es uno de los más importantes en nuestra vida de fe. Ser trabajadores asalariados implica esperar la paga al final de la jornada. Muchas personas se relacionan con Dios, esperando el premio por sus buenas obras y también por sus sacrificios a lo largo de la vida. Pero si hay un elemento fundamental que nos revela Cristo, es que Dios es Padre . Esto implica que nosotros somos sus hijos y la vida cristiana consistirá en vivir como tales. Así, el evangelio de hoy nos invita a sentirnos responsables por esta viña e involucrarnos en este mundo nuevo que Cristo ha instaurado: "Anda a trabajar a la viña" nos dice Dios Padre a cada uno de nosotros. Es el llamado a involucrarnos en la transformación de nuestro mundo a través del servicio y la caridad.
Elprimer hijo es aquel que se da cuenta de que la tarea encomendada es grande, pues implica su vida entera . Se trata de aquella persona que ha trazado planes para ser exitoso en su vida según el criterio del mundo en el que se ha formado. Pero al conocer el Evangelio se da cuenta de que el Señor le pide algo distinto: entregar toda su vida. Por eso su primera reacción es decir no . Pero luego se arrepiente, pues comprende quién es Dios verdaderamente: un Padre que solo nos ama . Entonces la propuesta que Dios nos hace, nos lleva a que nuestra vida adquiera un sentido de plenitud totalmente nuevo.
En el caso del segundo hijo, este, ante la misma propuesta del Padre, sin siquiera pensarlo responde sí. Es la obediencia del siervo ante las órdenes de su amo. Responde sí, pero no entiende lo que se le pide. La parábola tiene como destinatarios a los escribas y fariseos, quienes han dado una respuesta a Dios llenándose de normas y ritos externos, pero sin cambiar la vida. En definitiva, es pensar que a Dios lo contentamos con algún rito u ofrenda, pero lo que Dios quiere es la transformación de nuestrocorazón. No quiere sacrificios, sino misericordia; no quiere tus cosas, sino que te quiere a ti.
El Señor nos invita a sentirnos parte del mundo nuevo que ha venido a instaurar. Hay que pensarlo bien, pues lo que nos pide es grande. Pero vale totalmente la pena. La vida de fe no es un agregado a nuestra vida, sino que es una forma de vida que lo involucra todo.