Nos acercamos al martes 5 de noviembre de 2024. No es descartable y no debemos permanecer inmóviles ante la posible victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales, ese día. Las probabilidades de su triunfo son serias. En variadas encuestas supera ligeramente y en otras empata a Joe Biden.

Biden, clave para abortar la reelección de Trump en 2020, está desgastado y envejecido. Casi dos tercios del electorado estiman que bajo su gestión Estados Unidos va por mal camino.

Trump es más peligroso que lo que fuera en su primer mandato. Más autoritario, desafiante, aislacionista y ya no tendrá necesarios equilibrios frente a sus excesos. Desde el comienzo de su administración despidió sistemáticamente asesores que lo contradecían; y ahora, más radicalizado, cuenta con experiencia para detectar los puntos débiles de sus opositores y de la institucionalidad democrática norteamericana.

Grave es dejar en manos de Trump el liderazgo de Estados Unidos, prácticamente irreemplazable para la defensa de la democracia, las libertades, la economía y la seguridad mundiales y, en particular, de Occidente, amagado por Rusia, China y otras autocracias, incluyendo a Cuba, Nicaragua y Venezuela.

La responsabilidad para evitar el retorno de Trump es de Joe Biden, que insiste en ser reelecto.

Inquieta que el electorado norteamericano eligió ya una vez a Trump, estuvo cerca de reelegirlo y no parece reaccionar a pesar de graves imputaciones por subvertir el resultado de una elección, alentar la ocupación del Congreso de Estados Unidos, uso indebido de documentos secretos, fraudes en uso de dineros para campañas electorales, entre otras ilegalidades y crímenes.

En Europa cunde la preocupación por la eventual reelección de Trump. El excanciller británico William Hague, alarmado por la falta de preparación, sugiere algunas, aunque limitadas, acciones, muchas de las cuales deberían ya ser adoptadas para atenuar las complicaciones de un gobierno de Trump.

Ante las posibles menores contribuciones de Estados Unidos a la OTAN y Ucrania, Hague menciona el fortalecimiento de gastos de la Unión Europea en defensa. Para compensar la menor asistencia financiera norteamericana a países en desarrollo, sugiere una profunda reforma del Banco Mundial. También aconseja fortalecer los instrumentos para combatir el cambio climático y las acciones en contra de la democracia a través de las redes sociales y de la inteligencia artificial. De paso, llama a la unidad de Occidente y a mayor cooperación con Japón y Corea del Sur, que considera fundamental para la tecnología en seguridad.

A catorce meses de la elección presidencial norteamericana, los gobiernos de Occidente no pueden simplemente esperar el mejor desenlace, la derrota de Donald Trump. Deben estar preparados para sortear el eventual peor resultado, según algunos expertos, la crisis geopolítica más grave desde la Segunda Guerra Mundial.