En ocasiones -cuando es oportuno-, le pregunto al penitente: ¿Tú piensas que hay algún pecado que Jesús -que es Dios- no puede perdonar? Y unánimemente, responden: Dios puede perdonar todos los pecados. Como cristianos -portadores de Cristo-, preguntamos igual que Pedro: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?" (Mateo 18, 21). La respuesta es inmediata: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete" (Mateo 18, 22). ¡Siempre!
Hoy el salmo nos dice: "Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa, y te colma de gracia y de ternura" (Salmo 102, 3-4). Antes de Cristo nadie se preguntaba esto, pero para los cristianos es una pregunta básica, que cuestiona nuestra convivencia, porque no nos conformamos con la justicia, sino que aspiramos a imitar a Cristo de verdad.
Como el personaje de la parábola, también somos insolventes y no tenemos "con qué pagar" (Mateo 18, 25), sin fuerzas para pedir perdón y para perdonar. Pero el Señor se "compadece" de nosotros, no "está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo ; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas" (Salmo 102, 9-10). Recuperamos -como el deudor de la parábola- la libertad, la capacidad de amar a Jesucristo y a los demás.
Es exigente perdonar, pero es salir de la cárcel, nos libera y sana de verdad . En ocasiones, cuando me ha tocado conversar con personas que han sido víctimas de abusos, los que realmente han recuperado la alegría y el sentido de sus vidas son los que han logrado perdonar a sus agresores. Perdonar es ir al pasado y volver sano y salvo.
¡Qué oportuna sigue siendo esta pregunta para nuestro país!: ¿Cuántas veces tengo que perdonar? Después del 50 aniversario del 11 de septiembre, veo con tristeza que una pequeña pero influyente élite -que vive ideológicamente del odio, el rencor, la revancha, la violencia- sigue pesando en nuestra sociedad : "Si un ser humano alimenta la ira contra otro, ¿cómo puede esperar la curación del Señor" (Eclesiástico 28, 3).
Jesús, ante la pregunta de Pedro, no pone condiciones . En nuestro país, la pregunta sería: ¿Se puede pedir justicia y al mismo tiempo perdonar?, ¿se puede perdonar si no he recuperado el cuerpo de mi padre, mi hermano?, ¿se puede perdonar si no voy a recobrar nunca los años de exilio que estuve fuera de mi país?, ¿se pueden perdonar las injusticias recibidas los años previos al 11 de septiembre y las que se cometieron después?
Después de 50 años, el "perdón es precisamente lo que permite buscar la justicia sin caer en el círculo vicioso de la venganza ni en la injusticia del olvido" ( Fratelli tutti , nº 252). El salmista nos recuerda: "Piensa en tu final y deja de odiar, acuérdate de la corrupción y de la muerte, y sé fiel a los mandamientos" (Eclesiástico 28, 6).
Pero, Padre, usted está siendo muy exigente. Es cierto, pero vale la pena, porque serás feliz. Segundo, no lo digo yo, lo dice Jesús a todos los que hemos sido redimidos y perdonados: "El Señor lo llamó y le dijo: '¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné, porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?'. Y el Señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda" (Mateo 18, 32-34).
La Iglesia, Cuerpo de Cristo, tiene la caridad y el perdón. Dejemos a las instituciones civiles -donde también hay bautizados- que velen con iniciativas que respeten a la persona humana; las ciencias, para que ayuden en la reparación; a los políticos, para que cuiden y perfeccionen la democracia, etc.
Confiemos en los laicos, en sus áreas lo hacen mejor y nosotros intentemos vivir lo que Él vivió: "Acuérdate de los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo; acuérdate de la alianza del Altísimo y pasa por alto la ofensa" (Eclesiástico 28, 7).
"¿No debías tú también tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?(Mt. 18, 33)