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Editorial
Domingo 17 de septiembre de 2023
Beijing y Caracas, relación estratégica
''Es parte del esfuerzo sistemático chino por aumentar su influencia en América Latina''.
El reciente anuncio de que China reconoció a Venezuela como socio estratégico es la consecuencia natural de un largo proceso de acercamiento entre ambos países, el que ha ido en paralelo con el progresivo alejamiento de Venezuela respecto de Occidente, a partir del advenimiento de la dictadura chavista.
La aproximación tiene dimensiones económicas, ideológicas y políticas. En lo económico, y como lo reconoció el propio Nicolás Maduro, Beijing ha seguido una línea de apoyo persistente para ayudar a Caracas a enfrentar su dura realidad económica, así como la reciente crisis sanitaria. A su vez, la cercanía ideológica es evidente, considerando que ambos regímenes son abiertamente estatistas y de signo autoritario. Existe además una faceta táctica en esta relación, toda vez que una Venezuela aislada por parte significativa de la comunidad internacional necesita de un socio fuerte.
Quizá más interesante es, sin embargo, observar la relación desde la perspectiva de China, cuyo acercamiento con Venezuela tiene evidentemente una motivación geopolítica. El estatus de socio estratégico —otorgado anteriormente a Rusia, Bielorrusia y Pakistán, países de evidente interés para Beijing— muestra su voluntad de establecer una mayor cercanía con otra área del mundo, América Latina, aprovechando la forma en que Estados Unidos se ha alejado, en los hechos, de esta región. De este modo, al tiempo que Washington ha fortalecido en los últimos años sus lazos con Europa y también con algunos países asiáticos, China desarrolla un esfuerzo por establecer vínculos profundos (incluso por la vía de generar una cierta dependencia económica) con otros países en desarrollo, entre los cuales destacan Rusia y Brasil, en un empeño por conformar su propia zona de influencia.
Así, aunque el acercamiento con Venezuela podría ser visto como puntual, cabe más bien situarlo dentro de un proceso sistemático de aumentar la cercanía, presencia e influencia de China en América Latina. Ya a algunos países de la región gobernados por administraciones de izquierda, este proceso les ha permitido mantener distancia con Estados Unidos. Pero las implicaciones van mucho más allá del signo político de los gobiernos y plantean serios desafíos a toda la región. Las inversiones (mayoritariamente estatales) de capitales chinos, las ventajas que el Estado les otorga a sus empresas para salir al exterior —que pueden ir incluso en detrimento de los inversionistas locales— y las redes de influencia política que se establecen a partir de estas relaciones exigen una importante consolidación institucional en los países latinoamericanos, que les permita blindar sus relaciones con otros socios y mantener las decisiones de política pública en el ámbito técnico.