Comenzamos este año con un panorama caracterizado por altas tasas de inflación, que parecían difíciles de reducir, y la expectativa de una importante desaceleración global. Se preveía una recesión en Europa y una probable recesión en EE.UU. Contrario a lo esperado, gracias a las acciones de los bancos centrales, las tasas de inflación están disminuyendo paulatinamente hacia las metas fijadas por los respectivos bancos centrales, mientras que las desaceleraciones han sido menos pronunciadas de lo proyectado. Sin embargo, persisten importantes focos de riesgo que afectan las perspectivas de la economía global el próximo año.
En los países avanzados, para lograr una baja sostenida de la inflación, lo más probable es que sea necesario mantener tasas de interés altas durante un tiempo más prolongado, lo que contribuirá a una mayor desaceleración el próximo año y a aumentar las tensiones financieras. De momento, no se puede descartar que la Zona Euro (ZE) y EE.UU. experimenten recesiones el próximo año, aunque en este último caso la eventual recesión sería moderada.
De otra parte, China enfrenta una serie de problemas a corto y mediano plazo que afectarán su crecimiento económico, así como el crecimiento global y los precios de los productos primarios.
Para este año, las cifras a septiembre muestran que las principales economías avanzadas han sido más resilientes de lo esperado frente a los aumentos generalizados de tasas de interés. En cuanto a la ZE, inicialmente se proyectaba una recesión para este año tras el shock de precios de la energía y las alzas de tasas, pero, sorpresivamente, la economía europea ha seguido creciendo, aunque a un ritmo muy moderado. Japón, por su parte, ha sido la economía avanzada que más ha sorprendido, creciendo mucho más de lo proyectado.
La excepción a este rendimiento económico mejor de lo proyectado se ha observado en los mercados emergentes, especialmente en China y Asia del Este, región que es muy dependiente de su intercambio con China. En China, tras el abandono de su política de “COVID cero” hacia fines del año pasado, se proyectó una importante aceleración del crecimiento para este año. Ello se observó en el primer trimestre, pero las cifras desde entonces han sido muy débiles. Lo que más preocupa de China es que enfrenta una serie de problemas de corto y mediano plazo, más estructurales, que afectan sus expectativas de crecimiento futuro: (1) el sector inmobiliario sufre los efectos de un alto y creciente inventario de viviendas y oficinas sin vender, caídas de precios, alto endeudamiento, reducido acceso al crédito y problemas con el servicio de su deuda; (2) los gobiernos locales enfrentan problemas de deuda y reducción de ingresos, lo que afecta el servicio de sus deudas y limita sus inversiones; (3) la banca en las sombras recibe los coletazos de la crisis de las inmobiliarias, aumentando los riesgos de inestabilidad financiera; (4) el consumo privado sigue siendo débil, afectado por la pérdida de riqueza tras la caída en los precios de las propiedades y al agotamiento significativo de ahorros durante la pandemia, dado que durante ese período no recibieron apoyos del Estado. Además, el aumento del desempleo y la incertidumbre, en medio del deterioro del crecimiento y de las oportunidades y de una red de protección social débil, también están impactando negativamente en el consumo.
China enfrenta también problemas más estructurales que amenazan su crecimiento sostenido: (1) baja pronunciada en la tasa de natalidad, aumento en la esperanza de vida y envejecimiento acelerado de su población; (2) una importante caída en el crecimiento de la productividad; (3) tensiones comerciales y de seguridad con los EE.UU. y en menor medida con Australia, Japón y algunos países europeos, lo que limita su acceso a esos mercados y restringe sus oportunidades para adquirir tecnologías de punta.
En cuanto a las perspectivas de crecimiento global para el resto de este año, los indicadores de actividad sugieren que, tanto en los EE.UU. como en la ZE y China, el sector manufacturero está mostrando signos de contracción, y en la ZE, los servicios también muestran debilidad. Como resultado, la actividad agregada se estaría contrayendo en la ZE y perdiendo impulso en los EE.UU. y China. Solo en Japón, la actividad agregada habría ganado impulso en agosto.
Gracias a un primer semestre mejor de lo proyectado, especialmente en los EE.UU., las proyecciones de crecimiento global para este año se han estado revisando al alza. En contraste, las expectativas para el próximo año se han estado revisando a la baja y por debajo del crecimiento proyectado para este año. Esto se debe, principalmente, a la necesidad de mantener tasas de interés elevadas por más tiempo para llevar la inflación a la meta y a la desaceleración de China.
La difícil situación global encuentra a Chile en una posición macroeconómica notablemente más sólida que la que tenía hace 18 meses. Este avance se debe a una combinación efectiva de políticas monetarias y fiscales que ha contribuido significativamente a reducir los desbalances, reflejándose en la disminución de la inflación y del déficit en cuenta corriente. Estos avances están documentados en el último IPoM.
El proceso gradual de reducción de la tasa de interés hacia su nivel neutral, a medida que la inflación desciende hacia el 3%, permitirá retornar a tasas de crecimiento más cercano a su potencial, en torno al 2%. Sin embargo, en un contexto internacional difícil e incierto, la tarea pendiente de retomar tasas de crecimiento sostenibles sobre el 4% se vuelve cada vez más desafiante. Para lograrlo, será esencial abordar los problemas de la baja inversión y ahorro, la deteriorada calidad de la educación y la capacitación de la fuerza laboral, así como el bajo crecimiento de la productividad.