Para entender el Evangelio de hoy, tenemos que decir una palabra sobre el pecado. Lo primero es decir que el pecado no es algo que recae sobre uno, es algo que uno comete, es algo a lo que uno adhiere, que hace daño y deshumaniza. También tiene efectos sobre los demás. Es bueno tener claro esto, porque a veces pensamos que de alguna forma nuestro pecado enoja a Dios y que remediarlo consiste en ponerse en buena con Él. No es así: nuestro pecado no enoja a Dios, Él no quiere que le pidamos perdón, sino que cambiemos nuestra vida. Dios no nos castiga por el pecado cometido, sino que el mismo pecado produce el mal en nosotros y en los demás.Frente al pecado, Dios nos quiere rescatar , porque el pecado nos conduce a la muerte del corazón y, en cambio, Él quiere que todos vivamos. Y para eso cuenta con nosotros.
Comprendido esto, podemos entrar en el tema del Evangelio de hoy que se llama la corrección fraterna . Cuando vemos que un hermano peca, es decir, cuando vemos que un hermano está metido en problemas, pues se está haciendo daño a sí mismo, a su familia, a la gente que quiere y a los demás; cuando vemos que alguien vive en la muerte, debemos hacer algo. Es probable que tendamos a hacernos los desentendidos. O que con facilidad empecemos a hablar por ahí y a comentar a otros lo que ha sucedido. Esos son chismes y hay que sacarlos totalmente de nuestra vida . No depende de que sean cosas ciertas o falsas, sino que simplemente no tiene sentido hablar de otro si lo que nos mueve no es la caridad. Si amamos al otro, no lo podemos abandonar a su destino, sino que lo que corresponde es acercarnos a él, intentar rescatarlo de su condición y ayudarlo a que pueda ver la verdad, esa verdad que Cristo nos ofrece en el Evangelio, esa verdad que nos permite caminar por la vida con libertad hacia la plenitud.
Y si no escucha, intentaremos con dos o tres más que nos ayuden en esta tarea, de manera que la persona siempre se sienta que estamos de su parte, que lo queremos ayudar, que nunca sienta que lo queremos juzgar y menos todavía condenar . Incluso, hay un paso más: está la posibilidad de recurrir a la Iglesia, para que ella también como madre pueda acoger, acompañar y ayudar a quien no logra darse cuenta de su error y pecado.
Vivimos un tiempo de tensión social y política, donde con facilidad criticamos al otro de manera pública . Pensamos que sale gratis, pero la verdad es que nos pasa la cuenta el ambiente hostil que se va creando entre nosotros . Es fácil caer en el chisme o la crítica superficial que nada aporta. La pregunta que debemos hacernos, especialmente como cristianos, es cómo construir un ambiente más fraterno, como contribuir a la paz y la unidad tan anhelada en nuestro país. Creemos tener muy claro lo que los demás deben hacer y cambiar, pero eso no contribuye en nada. Por el contrario, tenemos el desafío de aportar con una mirada cristiana, de respeto por cada uno, de solidaridad con todos. Hablar de otros para dividir, empatar, o vengarse, solo contribuye a la división, y es parte de una cultura de cancelación y muerte.
La corrección fraterna es una buena noticia: si vemos que alguien camina hacia la muerte, ayudémosle a darse cuenta de que su vida es para otra cosa; ayudémosle a cambiar el rumbo y a vivir en la plenitud para la cual ha sido creada.
"De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo".(Mt. 18,18).