Por fin el partido entre Universidad de Chile y Colo Colo fue clásico. Muy superiores los albos en el lapso inicial, aprovechando los errores del cuerpo técnico azul, que tomó malas decisiones: Nery Domínguez, abierto como central derecho, quedaba expuesto, porque la velocidad no es uno de sus atributos, mientras que Juan Pablo Gómez estaba demasiado arriba. Un forado que Carlos Palacios aprovechó para constituirse en un acertijo para Emmanuel Ojeda cuando encaraba hacia adentro y Leonardo Gil se movía con libertad en tres cuartos de cancha.
Bien Pellegrino al tomar la decisión de mantener a Cristopher Toselli, quien atajó y transmitió seguridad. La corrección del formato, luego que Ignacio Tapia consiguiera el empate, equilibró la batalla en la zona de los volantes, donde Domínguez y Ojeda se fajaron con Esteban Pavez, Vicente Pizarro y Gil. Con el empuje de su gente, más un buen segundo tiempo de Federico Mateos, la U emparejó y los 16 mil espectadores —se incluyen a los patanes que protagonizaron una batalla campal en la galería norte— se fueron de Santa Laura con la sensación de que su cuadro compitió ante el Cacique. Una igualdad para afirmar el ánimo y sufrir por el cabezazo que Mateos desvió sin oposición.
En Colo Colo el balance es distinto por el trámite del primer tiempo, pero a partir de los sucesos que afectaron al plantel, después del “numerito” de Jordhy Thompson y Damián Pizarro, más el alza de la U en el complemento, el punto no es malo. El problema es que Cobresal sigue firme en la altura de El Salvador, aprovecha su condición de local y acelera el tranco justo antes del receso por la fecha FIFA. Ante un duro Coquimbo, los mineros sacaron la tarea con oficio y contundencia.
Nos sorprendimos de que no hubo banderazo en el hotel de Universidad de Chile. Había una razón: la autoridad y el club permitieron los “elementos de animación” y que se llenara de humo el estadio, dejando incluso sin visión el rayado de la cancha en varias zonas. Se legitima a los violentos, se transa, a cambio de que los 90 minutos se jueguen con cierta normalidad. Cuando se reconoce a un interlocutor de esta naturaleza se pacta con el diablo. Después, no nos quejemos. Por eso resulta ridículo el operativo de seguridad en la entrada del estadio, donde se revisa incluso debajo de los pisos de los autos y los guardias, en una medida ilegal e inconstitucional, ingresan a los vehículos. Un oficial de Carabineros, con sentido común, reconoce esa mezcla de tontería, despropósito y demagogia ordinaria. “Nos obligan”, reconoce con pudor. Mientras, los forajidos se saltan de tribuna Andes a galería y ponen lienzos que no dejan ver a gente que paga una buena suma de dinero, que para la autoridad son ciudadanos de segunda categoría.
Comienzan las eliminatorias al Mundial de 2026, sin árbitros chilenos, en una prueba más del escaso peso internacional que hoy tiene Chile. Pasaron coladas las gravísimas denuncias de Pablo Hoffmann, en su condición de integrante de la comisión revisora de cuentas. El presidente de O'Higgins dio a conocer el calamitoso estado de las finanzas y cuentas de la ANFP, 48 horas antes del mazazo del Ministerio de Justicia por el vínculo de Quilín con las casas de apuestas. Así estamos.