El senador Salvador Allende debió haber sido elegido en 1964. Las tendencias lo indicaban. No lo fue porque la derecha decidió bajar a su candidato presidencial y respaldar al senador Eduardo Frei, del PDC, para detener la “amenaza marxista”, encarnada por Allende. Se impuso la tesis del mal menor.
Frei triunfó con holgura. Lo hizo apelando a un programa revolucionario para su época, que incluía reforma agraria, sindicalización campesina, organización de los pobladores y “chilenización” del cobre. A la derecha no le importó: pensó que la carga se arreglaba en el camino. Frei ganó también gracias a una “campaña del terror” que, según registros históricos, fue ideada y financiada por grupos de derecha y los EE.UU. Ella condujo a una profunda ruptura personal de Allende con Frei y a la conclusión, en el PS, de que la vía electoral era inviable, como lo declarara en Chillán en 1967.
Frei cumplió íntegramente con su programa, a pesar de las airadas quejas de la derecha. Como disponía de una cómoda mayoría en el Congreso, no buscó ampliar su base de apoyo, ni hacia la derecha ni hacia el centro. Su concepción de la política, en la que se combinaban una visión católica mesiánica y un enfoque tecnocrático, le hacía mirar con sospecha las componendas propias de la vieja política chilena.
En los seis años de administración DC, no pasó un día en que la derecha no dejara de expresar su arrepentimiento por haber abdicado de su opción en 1964. A sus ojos, Frei estaba polarizando al país y pavimentando el camino al comunismo: de ahí que lo tildaran como el “Kerenski chileno”.
De cara a las elecciones presidenciales de 1970 la derecha decidió optar por un camino diferente al de 1964 y presentar su propio candidato: el expresidente Alessandri, quien tenía ya una edad avanzada para la época. Para su sorpresa, sin embargo, fue derrotado por Allende. La hybris les había empujado al fracaso.
¿Qué hacer? Guardando sus heridas, sus resentimientos y su orgullo, la derecha ofreció a la DC la siguiente fórmula: que juntos en el Congreso —quien tenía la última palabra— eligieran a la segunda mayoría, y que Alessandri renunciaría inmediatamente para dar paso a una nueva elección donde la derecha apoyaría nuevamente a Eduardo Frei, como en 1964. Las memorias del cardenal Silva Henríquez y del general Prats confirman que la propuesta realmente existió, y que se buscó apoyo para la misma en la Iglesia y las Fuerzas Armadas.
La izquierda, presintiendo lo que venía, advirtió que movilizarían hasta la última piedra para resistirlo. Pero la DC y Frei rechazaron la oferta: la estimaron una afrenta y una burla a la voluntad democrática. Lo mismo hicieron la Iglesia y los mandos militares, en particular el general René Schneider.
Paralelamente, entre la DC y la UP se fue abriendo una negociación política para formar un bloque común que ratificara en el Congreso el triunfo de Allende en las urnas. Lo que se bosquejaba era un “pacto de garantías” en el que la UP se comprometía —entre otras cosas— a respetar las libertades civiles y la institucionalidad democrática.
El fantasma de un acuerdo DC-UP puso en marcha una segunda estrategia para evitar la “entronización del marxismo”. Esta vino de la mano de un comando de ultraderecha, que intentó secuestrar al comandante en jefe del Ejército, el general Schneider. Como se sabría en los años siguientes, este tuvo el respaldo de la CIA y de altos mandos en ejercicio de las FF.AA. El propósito era muy claro: precipitar una intervención militar para evitar el pacto UP-DC. El resultado, sin embargo, fue el opuesto. El dramático asesinato de Schneider llevó a la rápida resolución de las discrepancias pendientes y a la elección de Salvador Allende por el Congreso, con el respaldo unánime de la DC.
Si se mira con distancia, lo que se concluye es que Salvador Allende llegó a la presidencia de la República gracias a la derecha. Por partida doble: ganó en las urnas por su porfía de presentar un candidato propio, quebrando su alianza con el centro; y ganó luego en el Congreso porque, en su desesperación por volver atrás, la derecha llegó a plantear fórmulas indecorosas o derechamente golpistas, lo que precipitó el pacto DC-UP para elegir a Allende.
En días en que cunden las peticiones de autocríticas, no sería mala idea que la derecha piense en cómo contribuyó a la elección del Presidente Allende.
Eugenio Tironi