La disputa geopolítica entre China y Estados Unidos entró en la arena financiera. El gobierno de Biden aprobó un acuerdo que restringe los flujos de financiamiento privados a empresas chinas que tengan nexos con el Estado en materia de seguridad y defensa. A su vez, escándalo ha generado la información de que Goldman Sachs —un banco norteamericano— invirtió recursos del fondo soberano chino en empresas de ese país sin haberlo transparentado. Pero este fondo había sido publicitado en 2017, por lo que la polémica obedece más al bullying en Washington a quienes hagan negocios con China que a un oscuro manejo financiero.
China no se ha quedado atrás. Mientras insiste en crear una zona económica alternativa al dólar —un sueño difícil de hacerse realidad—, cultiva el conflicto con Estados Unidos con un estilo esquizofrénico, justificando su mayor control político, social y económico en las amenazas geopolíticas externas. Así, no es sorpresivo que el llamado a los hogares a gastar más no encuentre eco si es acompañado por un gobierno que advierte día y noche sobre amenazas globales.
Esta desconfianza mutua no va a detenerse, y por cierto no es positiva para el mundo. Pero hay una dimensión donde los países emergentes podrían verse beneficiados. Las limitaciones en Estados Unidos a los flujos de capital a China auguran una mayor disposición a buscar alternativas de alto retorno en otros destinos. A su vez, las dificultades de China para invertir en Estados Unidos y Europa —especialmente a través de inversión directa— se han multiplicado. La tensión con Goldman Sachs da cuenta de que les será cada vez más difícil invertir en las grandes potencias occidentales.
Como dice el refrán, “no hay mal que por bien no venga”. Curiosamente, mientras las grandes potencias dificultan sus inversiones mutuas, nuevos cupos para el concurso de belleza se han abierto. América Latina está en la mira, y eso puede ser positivo.
Para aprovecharlo, deben cumplirse dos condiciones. Primero, hay que ofrecer un país atractivo. La búsqueda de retorno requiere ofrecer un retorno, por lo que la ventana será aprovechada por aquellos países que ofrezcan buenas oportunidades de inversión. Por otra parte, el conflicto se puede traspasar rápidamente a países emergentes si no se actúa con transparencia y habilidad. Es cosa de ver cómo el coqueteo de Brasil o Argentina con China hace crujir sus relaciones con Estados Unidos. El involucramiento directo del Estado en los negocios es la mejor manera de meter las patas; no solo es cuestionable desde un punto de vista de negocios, sino que con alta probabilidad terminará generando chispas en alguno de los gigantes. ¿Estará el nuevo Chile preparado para aprovechar esta oportunidad?
Sebastián Claro