El rutilante triunfo de Javier Milei en las elecciones primarias de Argentina ha causado revuelo. Aunque la diferencia con Bullrich y Massa es acotada, por lo que todo puede pasar de aquí a octubre, lo concreto es que el éxito del candidato de “La Libertad Avanza” ha modificado sorpresivamente el escenario político y económico. Quizá los únicos que lo vieron venir hayan sido los jóvenes, que han venido inclinándose silenciosamente hacia el candidato libertario en búsqueda de algo diferente al desastre actual.
Los mercados no han reaccionado bien. El dólar blue perdió más de 30% en pocos días y el Banco Central, falto de reservas, no tuvo más que devaluar el cambio oficial y subir las tasas de interés, buscando retener capitales en el país. Difícil tarea. Posiblemente, el desconcierto de los mercados revele que la probabilidad de un balotaje entre Milei y Massa ha aumentado. Bullrich, la alternativa más segura y sensata, se encuentra en medio de una pelea de extremos, y no le resultará fácil salir bien parada.
Una elección entre Massa y Milei no es demasiado atractiva, por razones diferentes en cada caso. Massa es actor relevante y continuador de un período desastroso de gobiernos populistas de izquierda en Argentina. El daño que el peronismo, los Kirchner y su tropa han hecho es gigantesco, y nada lo resume mejor que la inflación descontrolada. La corrupción, la adicción a las transferencias y las distorsiones de precios tienen al país a punto de estallar.
¿Y quién es Milei? Milei es un verdadero estallido social. Uno que grita desde las entrañas de la sociedad por terminar con décadas de estancamiento, corrupción e inflación. Cuando las soluciones no se ven, las sociedades se inclinan por líderes que ofrecen soluciones radicales. El caudillo libertario tiene bien identificados los grandes desafíos de la inflación, la corrupción y el proteccionismo, pero como bien sabemos, el ojo para identificar problemas no es siempre el adecuado para solucionarlos. Algunas de sus propuestas son extremas e inviables, por lo que es difícil pensar que su gobierno sería exitoso.
Pero Milei es la consecuencia del desastre, no su causa. Por eso, más que burlarse del personaje y cuestionar su excentricidad, lo importante es reconocer que su existencia es responsabilidad de quienes, por acción u omisión, han llevado al país al abismo. A este lado de la cordillera, la lección es clara: no nos vaya a pasar lo mismo. Nos queda algo de tiempo —no sabemos cuánto— para evitar, por ejemplo, que un mesías se haga cargo de la inseguridad o la corrupción que tienen a tanta gente desesperada. Lo que no es aceptable es mirar al techo, y después llorar desde un cómodo sillón.