El cambio de gabinete es la confesión final de un Presidente que no aprende a gobernar. Le quedó grande el cargo y decidió “deshabitarlo”. Y volver a lo que le acomoda: la ideología, la refundación, la revolución. En lugar de hacer un giro en su gobierno, optó por el acuartelamiento.
En primer lugar, decidió fortalecer la presencia del Partido Comunista, debilitando aún más la escasa credibilidad que tiene el Gobierno en el combate a la violencia. Incorporar al gabinete a Nicolás Cataldo (PC), que califica a Carabineros de “torturadores”, solo refuerza la convicción de que la agenda de seguridad vale cero. Es irrelevante que no vaya a Interior. Es lo mismo que nombrar a un ministro misógino en una cartera sectorial justificando que no va al Ministerio de la Mujer.
Al mismo tiempo, frente a uno de los mayores escándalos de corrupción de nuestra historia, dejó cómodamente en su cargo al ministro de Vivienda. Tampoco, hasta ahora, se ha sabido de cambios en la Dirección de Presupuestos ni en el Segundo Piso. Y la funcionaria a quien le “robaron” los computadores del Ministerio de Desarrollo Social la nombran a cargo de la Subdere. Obvio, había que premiarla con más recursos que “cuidar”. Mal que mal, vienen las elecciones municipales.
En lugar de aprovechar el cambio de gabinete para limpiar y barrer la corrupción, se acuartelan. La misión es aguantar hasta que el escándalo pierda interés. El único invitado ingrato que les puede alterar esa calma irresponsable es el Ministerio Público, que tiene herramientas para perseguir la corrupción y el desfalco millonario que ha ocurrido desde el Gobierno.
“Nos hubiera gustado que este cambio de gabinete se diera en un ambiente distinto, sin una crispación tan protagonista de los últimos días”, dijo el Presidente al anunciar los nuevos ministros, olvidando que él, con sus declaraciones, y su equipo, con sus actuaciones, son los principales agentes de la crispación.
Eso de gobernar para todos los chilenos, independiente de si votaron o no por él, al Presidente no se le da. No hay nada, tampoco, en el cambio anunciado, que al menos pretenda disimular el desinterés por abordar los problemas que agobian a la gente. Lo suyo es el megáfono agitando las masas, da lo mismo contra qué; el activismo político de la pelea chica; el discurso que busca dividir a los chilenos entre buenos y malos. En su mensaje, y en el de su coalición, no se construye, solo se destruye. Existen para avivar los problemas en vez de solucionarlos.
Ninguna sorpresa. El Partido Comunista, donde ha gobernado, lo hace de la misma manera. El Frente Amplio, ya conocemos su estándar moral. Y el Partido Socialista en nada se diferencia del resto del oficialismo. Gobiernan juntos, se blindan juntos, se acuartelan juntos. Y si le dejan a uno de los suyos adentro del gabinete, misión cumplida.
El Gobierno ha notificado su atrincheramiento. Probablemente, definitivo. Esta estrategia es incompatible con el diálogo. Por definición. Y la oposición debe actuar en consecuencia. Ninguno de los problemas que afligen a los chilenos se van a solucionar con este elenco, con esta agenda, con este discurso. Por tanto, más que perder tiempo en reuniones sin destino, o compartiendo un viaje en avión, el esfuerzo hay que invertirlo en construir una alternativa que permita derrotarlos en las próximas elecciones. Y no será fácil. El Partido Comunista, principal ganador en este cambio de gabinete, jamás abandona el poder cuando lo alcanza.
Marcela Cubillos