Es difícil creer en el fútbol chileno cuando su destino está en manos de gente sin competencias. Con una mirada de corto aliento, en la que opera el amiguismo, es comprensible que el viernes despidieran al gerente de finanzas de la ANFP, René Brahm, porque hizo su trabajo. En Quilín cuentan que el ejecutivo expuso el grave estado de situación de la corporación, alertando además de un conflicto de interés ante el préstamo de una empresa ligada a Leonidas Vial, uno de los controladores de Blanco y Negro. Lo calificaron de pesimista y de sembrar el terror.
En un oscuro escenario general, Ñublense fue una luz. Batalló con pundonor y forzó la definición por penales ante Liga de Quito, en una actuación que valora la capacidad de Jaime García de formar un cuadro que siempre cree. Notable el rendimiento del arquero uruguayo Nicola Pérez. Antes y después del cotejo, García contextualizó la realidad de su corto plantel ante la exigencia al límite.
Mientras esto ocurría, se desarrollaban las negociaciones para programar el clásico entre Universidad de Chile y Colo Colo en Santa Laura. Una vez más se evidencia que el fútbol chileno no es un interlocutor ante el Estado y también que su dirigencia carece de autoridad o espíritu para afrontar los conflictos inherentes al cargo. Estadio Seguro, con el aval de Carabineros, propuso que Unión Española y Universidad Católica se midieran el jueves 31 en horario nocturno. La ANFP, con remordimientos por alguna programación que perjudicó a los hispanos (llegaban el lunes desde Copiapó), los conflictos vividos en los últimos meses y la dependencia de la cancha de la Plaza Chacabuco, optó por el viernes 1 de septiembre a las 16 horas. No es posible liderar un buque del tamaño de la ANFP con ese grado de convicción.
Cuando el fútbol local vive la peor crisis de su historia, es necesario un golpe de timón. Se trata de mejorar los campeonatos y apurar el desarrollo de los futbolistas. Nivelar para arriba. Comenzar por los detalles. Everton y Unión Española no pueden jugar con números que no se ven. En materias de fondo, con 16 equipos en Primera División, urge un torneo inicial para dar oxígeno a los que participan en la Libertadores y Sudamericana. Una Copa de la Liga, con cuatro grupos y luego eliminación directa, o bien en zonas, con dos ruedas de siete partidos cada una, semifinal y final. El campeón a la Libertadores como Chile 4 y el segundo a la Sudamericana como Chile 4. La Conmebol da ventanas suficientes para calendarizar a mitad de semana.
En materia de entrenadores, los extranjeros tienen que acreditar al menos 100 partidos en Primera División. Chile no está para hacer la práctica. En cuanto a la cuota de foráneos, sumar seis en la serie de Honor, pero dos de ellos con al menos 100 partidos. En el Ascenso, disminuir esa cuota a dos o tres y a ninguno en la Segunda Profesional, sin la falacia del límite salarial. Ojalá esta categoría creciera a 20 clubes, con el tutelaje de la ANFA o, si permanece en Quilín, que les permitan crecer. Elevar los estándares de los estadios es otra exigencia. En las condiciones actuales, Barnechea no pasa el filtro. ¿Y el pasto sintético? Solo para el Ascenso, la Segunda o emergencias. Esto es fútbol profesional y requiere patrones mínimos.