Jackson no va más. Como tantas veces, un gobierno intentó defender a un ministro-amigo hasta el final, sin que ello pudiera ser factible. De alguna forma, el ministro Jackson se había transformado en el resumidero de todos los males. Acusado probablemente de manera injusta en muchas cosas, su figura cosechaba enemigos al frente, al lado y atrás. Su permanencia era, a todas luces, insostenible.
Con un discurso desafiante enfrentó a los medios, culpando a la oposición y —como era esperable— victimizándose por lo ocurrido. Ninguna referencia al telón de fondo en el que se encuentra el Gobierno con los escándalos conocidos.
El diseño de la salida-renuncia ayuda al Gobierno en no cargar con lo que ya era un lastre, y le quita excusas a la oposición para no sentarse a las distintas mesas de las que se ha levantado. Sin embargo, no le permite al Gobierno asumir desde el nivel central la profundidad de la crisis en la que el país está inmerso.
Es que en Chile estamos viviendo una verdadera orgía de manotazos al erario público. Doscientos, 400 o mil millones para conversatorios que no sirven para nada, para estudiar saneamientos, para pintar fachadas o bancas, para no hacer nada. La paradoja es que los comensales de esta bacanal son, en todos los casos, fundaciones “sin fines de lucro”.
Todos los días se conocen nuevas aristas de un guion cargado de excesos y, a todas luces, de inverosimilitud. Fundaciones exprés, organizaciones que se arriendan, amigos, parejas, exparejas, hijos y correligionarios. Lencería, favores sexuales, computadores robados, celulares perdidos, centros de formación técnica, excandidatos presidenciales, gores, seremis y ministros.
Hasta ahora solo falta encontrar un cadáver. Todo el resto ha formado parte de una obra que no ha omitido nada y que no tiene precedente.
El presidente Lagos debió enfrentar el MOP-Gate, que dio cuenta de un sistema de corrupción, cohecho y malversación sistémico. Por cierto, nadie pensaba que Lagos era parte del esquema, pero fue de tal gravedad el hecho, que tuvo a su gobierno sumido en una crisis profunda, que debió reconocer y afrontar.
La presidenta Bachelet debió enfrentar el caso Caval, que dio cuenta de un sistema de profundos conflictos de interés al interior del núcleo familiar y de la propia Moneda. Por cierto, nadie pensaba que Bachelet era parte del esquema, pero fue de tal gravedad el hecho, que tuvo a su gobierno sumido en una crisis profunda, que debió reconocer y afrontar.
El caso fundaciones es equivalente a la suma de MOP-Gate y Caval. Tiene la malversación y corrupción del caso MOP-Gate y los conflictos de interés del caso Caval. Con el agregado de que todo el sistema defraudatorio corresponde a platas destinadas a los más pobres.
La desafiante salida de Jackson no es suficiente para que el Gobierno asuma el golpe. Frases triviales de “caiga quien caiga” o “que la justicia llegue al fondo” no dan cuenta del profundo impacto político en el que está sumido.
Porque estos no son unos delincuentes aislados. Acá hay algo sistémico.
Son decenas las fundaciones creadas en los últimos años, sin experiencia previa, sin expertise alguna, todas con profunda militancia de izquierda. Todas emparentadas sanguínea, sentimental o correligionariamente con alguien. Y que además formaron parte de campañas políticas por el Apruebo fuera del sistema permitido.
A la suma de los “emprendimientos” se suman dos hechos graves desde el gobierno central: la Dirección de Presupuestos flexibilizó el traspaso de recursos públicos a los gobiernos regionales y eliminó la norma que exigía dos años de experiencia previa a las fundaciones que recibieran fondos. Por su parte, el Consejo de Auditoría Interna General del Gobierno decidió en 2022 acotar los reportes de transferencias que se realizan desde el Estado a fundaciones y otro tipo de Organizaciones No Gubernamentales (ONG).
En ambos casos, no era el ministro Jackson, sino que la directora de Presupuestos la involucrada. Pero lejos de cargar su culpabilidad política, es torpemente blindada por el ministro Marcel en una frase fantasiosa.
Es cierto: la corrupción no es necesariamente cosa de izquierda o derecha. Tampoco de la actualidad respecto del pasado. Pero lo que es claro es que hoy la corrupción está enquistada en las bases mismas de este gobierno. Y ante un hecho de tal gravedad se requiere una respuesta política contundente. No se trata sólo de la salida de Jackson. Se trata de asumir la responsabilidad en un problema que le es propio.