Fantástica noticia para Chile es el artículo del Financial Times titulado “Las nuevas superpotencias de materias primas”. En la primera parte de una serie, el periódico selecciona cuatro minerales: cobre, litio, cobalto y níquel, por su importancia para la transición energética.
Seguidamente, califica a Chile de superpotencia como titular de algunas de esas riquezas, con la ventaja de ser, fuera de China, el único país, entre los mencionados, productor de dos de los minerales señalados. Habría que destacar que China, segundo productor de cobre del mundo, no lo exporta. Su producción es insuficiente para el consumo interno.
En la proyección de futuro, el Financial Times anticipa otras informaciones importantes para Chile. Para fines de esta década, el mercado del litio debería triplicarse, aunque, con el ingreso de numerosos países competidores, son previsibles bajas de precio, como está ya ocurriendo, y además están los peligros de sustitución. Se agrega que Argentina pronto superará a Chile en la producción de litio. Registra 38 proyectos y compromisos de inversión cercanos a 10 mil millones de dólares, que la habilitarían para multiplicar por seis su producción, en cinco años. Lo contrario ocurriría con el cobre: el consumo a fines de esta década bajaría moderadamente.
También se anticipan presiones nacionalistas y para concertar acuerdos comerciales entre los países, como existe en el petróleo con la OPEP, para controlar los precios. Acuerdos similares se convinieron para el estaño y Cipec para el cobre, del cual fue miembro Chile hasta 1983. Ambos y otros carteles fracasaron. La multiplicidad de productores, nuevos descubrimientos y más diferencias políticas llevaron al colapso de esas organizaciones. Habría que mencionar la ilusión y voluntarismo de políticos de los países vecinos que aspiran constituir el “triángulo del litio” entre Argentina, Bolivia y Chile.
Que Chile sea calificado de superpotencia es una novedad esperanzadora y una enorme responsabilidad para los gobernantes, que deben estar a la altura para aprovechar esta oportunidad, que no está garantizada en el tiempo, por la competencia y por el riesgo de sustitución, como ocurriera con el salitre.
El desafío es establecer, sin cargas ideológicas, reglas justas y atractivas para el desarrollo de los proyectos mineros. De lo contrario se pierden las oportunidades. Así sucede con frustradas superpotencias de materias primas que, pese a sus extraordinarias riquezas, se mantienen en el subdesarrollo y pobreza.
Queda una pregunta: ¿podrán los gobernantes y políticos superar diferencias, incompetencias e ideologismos para alcanzar la anhelada aspiración de transformar a Chile en una superpotencia en beneficio de su población?