"Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas..." (Marcos 9,5). Las palabras de alegría de Pedro en el Tabor contemplando a Cristo transfigurado pueden describir el anhelo de paz y alegría que los obispos quieren para un Chile que está polarizado "no solo frente a nuestro presente, sino también respecto del pasado reciente" (Mensaje C. Episcopal, 27-07-2023).
Quiero detenerme en el último consejo que habla de la reconciliación, como: "nuestra más urgente tarea" (Ibid., 6). Reconciliar en su origen es "hacer volver a la unión". Jesús la utiliza cuando quiere llevar a la plenitud el quinto mandamiento: "si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, vete primero a reconciliarte con tu hermano" (Mateo, 5,23-24).
Pero Jesús nos habla sobre todo de perdón y nos da ejemplo con su propia conducta, predicación y oración -del Padre Nuestro-. Esta es la revolución del cristianismo, porque "la justicia por sí misma no basta, y la experiencia enseña que apelando solamente a ella se corre el riesgo de destruirla (Misericordiae Vultus, 11-04-2015, 21)... ¿Nos ha ocurrido esto a los chilenos?
¿Por qué después de 50 años las heridas siguen abiertas? En parte, porque los abusos cometidos y reconocidos por toda la sociedad fueron reales. Este hecho doloroso ha sido tomado como bandera de lucha por ideologías dialécticas -comunismo, marxismo y afines- que viven del enfrentamiento, rencillas y heridas sociales y lo han mantenido vivo para alcanzar el poder. Y se suma una parcial y pobre comprensión pastoral del perdón en estos años : "El perdón es precisamente lo que permite buscar la justicia sin caer en el círculo vicioso de la venganza ni en la injusticia del olvido" (Ibid., 254).
"Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! (Mateo 9,5). La alegría de Pedro no depende de las condiciones materiales -ni siquiera pide una tienda para él-, o si son pocos o muchos, si es justo que los persigan o no, etc. Esta escena confirma lo que vemos en el evangelio: Cristo es la causa de nuestra alegría y de la paz que gozamos en nuestro corazón. ¡Qué bueno es que estemos aquí!
¿Cómo vivieron los apóstoles y las santas mujeres la ejecución arbitraria y mentirosa de Jesús?, ¿cómo llevaban la persecución abierta y declarada del sanedrín contra ellos en Jerusalén?, ¿cuál fue la respuesta de ellos a la prohibición de dar testimonio de Jesucristo en la ciudad santa?... Y podríamos seguir enumerando tantas vulneraciones de sus derechos fundamentales.
Ellos nunca transformaron a los mártires en arma de lucha, nunca se victimizaron -la víctima es solo una, Jesús, y nosotros participamos de su sufrimiento-, los pocos restos que quedaban de los parientes mártires eran lugar de oración y no de revueltas. Ellos -Jesús mismo lo había hecho- perdonaron a los soldados que lo mataron, perdonaron a Poncio Pilato, perdonaron a todos los que en medio de la chusma gritaron contra Jesús para que lo crucificaran.
Los obispos en su mensaje recuerdan unas palabras de Jesús: "Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5, 9). Esa paz es la tranquilidad del alma que hace la voluntad de Dios, aunque le cueste, por amor: para darla y trabajar por ella, primero hay que poseerla.
¿Qué es perdonar? "El perdón no implica olvido. Decimos más bien que cuando hay algo que de ninguna manera puede ser negado, relativizado o disimulado, sin embargo, podemos perdonar. "Cuando hay algo que jamás debe ser tolerado, justificado o excusado, sin embargo, podemos perdonar. Cuando hay algo que por ninguna razón debemos permitirnos olvidar, sin embargo, podemos perdonar. El perdón libre y sincero es una grandeza que refleja la inmensidad del perdón divino" (Fratelli Tutti, 250). ¡Atrevámonos, con la ayuda de Dios!... porque "la bondad no es debilidad, sino auténtica fuerza, capaz de renunciar a la venganza» (Francisco, 21-09-2014).