La caída en la pobreza reportada en la encuesta Casen es impresionante e interesante. Impresionante por su magnitud, e interesante porque no es consecuencia de mayores ingresos del trabajo, sino de un aumento muy significativo en otros ingresos de las familias: subsidios del Gobierno y el curioso efecto de mayores precios de las casas. Ambos factores requieren un doble clic.
Enfoquémonos en los subsidios. Suponga una familia cuyo ingreso laboral de 100 cae a 80. El Gobierno le entrega un subsidio de 30, con lo que el ingreso familiar sube a 110 y la familia sale de la pobreza. Hasta ahí, la lógica es impecable. ¿Pero importa cómo se financia el subsidio? La respuesta es afirmativa. Si el Gobierno recurre a deuda —como fue el caso en Chile—, que en el futuro deberá pagar con mayores impuestos, el subsidio entregado está simplemente adelantando ingresos a los hogares a costa de menores ingresos futuros, sin cambiar un ápice su riqueza.
De darse esta lógica, las personas ahorrarían los subsidios para gastarlos cuando los impuestos suban, resultado conocido como la “equivalencia ricardiana”. En Chile, las personas gastaron los subsidios como si ignoraran en sus decisiones de hoy los menores ingresos de mañana. Este comportamiento parece ser bastante común en países en desarrollo, donde la falta de acceso al mercado financiero o la miopía hacen a las personas —especialmente más pobres— más insensibles a los impuestos futuros. Estas explicaciones, válidas para racionalizar la reacción de las personas, no eliminan la realidad de fondo: la deuda pública hay que pagarla igual con mayores impuestos.
Otra explicación posible a la insensibilidad de los hogares es que quienes pagarán mañana los impuestos no son quienes reciben los subsidios. Si los impuestos los pagan los ricos y los subsidios los reciben los pobres, estos últimos no solo ven aumentados sus ingresos corrientes, sino también su riqueza. En este caso, la caída en la pobreza es genuina.
Esta explicación requiere, sin embargo, hacerse la pregunta de fondo: ¿quién paga los impuestos? Contablemente, los impuestos a las empresas los pagan las empresas, y los impuestos a las personas los pagan las personas. Pero económicamente eso no es necesariamente cierto. En una economía integrada al mundo —como la nuestra—, la remuneración al capital y al trabajo más calificado se determina en los mercados globales, por lo que buena parte de los costos de los mayores impuestos termina recayendo sobre el trabajo menos calificado, cuya movilidad internacional es limitada.
Las metodologías para medir pobreza son estáticas y cortoplacistas, considerando las transferencias desde el Gobierno como mayor riqueza de los hogares. La realidad es bastante más compleja.