Estamos a solo 39 días del 11 de septiembre y el Gobierno no remonta en las encuestas. ¿No iba a obtener magnos dividendos de los 50 años del golpe? ¿Qué pasó?
El problema es que, si bien una mayoría de chilenos deplora el golpe, y los brutales atropellos a los derechos humanos —ejecuciones, desapariciones, torturas, exilio— que siguieron, solo una minoría tiene una imagen positiva de la UP. Y la cercanía de los 50 años nos recuerda no solo el golpe; despierta curiosidad sobre qué era esa UP con la que Apruebo Dignidad se identifica. La gente va descubriendo que no solo fue caótica, no solo fue aterradora para una mayoría de chilenos. Descubre que, en algunas cosas, tenía interesantes parecidos con el gobierno actual. Para estudiarla hay muchos buenos libros recientes, como el de Daniel Mansuy. Pero a mí el que más me impresiona es el de Patricio Aylwin, publicado el mes pasado, con el título “La experiencia política de la Unidad Popular”.
El libro es notable por muchas razones. Por la inteligencia y ecuanimidad de su autor. Por ser Aylwin un participante tan clave. Porque preside una DC que en esa época tenía mucho en común con la UP: también querían derrocar el capitalismo, aunque con libertad y pluralismo y no con dictadura del proletariado. Sobre todo, porque Aylwin le deseaba lo mejor a Allende. Hacía lo imposible para tenderle puentes.
Aylwin apelaba a lo más moderado de un Presidente que se debatía entre su alma revolucionaria, la que propendía a la dictadura del proletariado, a la que lo empujaban los socialistas, el MAPU y el MIR, y su alma más moderada, más democrática o por lo menos más cauta, con la que coincidían los comunistas, aunque fuera por razones tácticas.
Aylwin describe con vistoso detalle todo lo que pasa en cada uno de los 1.000 días, y eso es invaluable porque la política real está hecha de detalles. Estos de a poco van de mal en peor. Terribles escaseces, tomas violentas, discursos oficialistas incendiarios, arremetidas constantes contra la libertad de prensa, ataques difamatorios a los empresarios, o a cualquier trabajador —y eran cada vez más— que estuviera en huelga.
Hacia el final hay un capítulo que se llama “Agosto de 1973”, que describe el día a día de lo que ocurrió ese aciago mes. Es como leer una de esas novelas de suspenso en que sabemos el desenlace, pero no el detalle con que se va a dar. El 3 de agosto, por ejemplo, en un día como hoy, entran en huelga los trabajadores de la locomoción colectiva, los del Hospital del Salvador, y los del Teniente: se unen al vasto paro de transportistas que ya hay. Uno se pregunta ¿qué pasará el 4? Y así.
Durante todo el mes de agosto, Aylwin intenta dialogar con Allende, con el fin de “restablecer la normalidad democrática”. Trata de convencerlo a que se ciña a la Constitución, y a que se modere, ya que su “avanzar sin transar” lo tiene al borde del abismo. Le exige sobre todo “el desarme del poder popular”. Allende parece que quiere hacer concesiones, pero poco después se desdice o las olvida. En el fondo, sus aliados extremistas no le permiten transar, y él no los quiere enfrentar.
Impresionantes algunos parecidos con lo de ahora. Desde ya las dos almas, en el Presidente y entre los partidos. También querer derrocar el capitalismo, eso sí que de cuerpo entero. Enseguida, los cambios constitucionales que la UP pretendía. Son parecidos a los de la constitución que rechazamos en 2022, y que el Presidente Boric tanto apoyó. Contemplaban, por ejemplo, una Asamblea del Pueblo como cámara única, y una judicatura “popular”. La idea era llegar sin contrapesos a lo que se llamaba “el poder total”.
Desde luego hubo mucho más extremismo en la UP que ahora. Apruebo Dignidad es una versión light. Pero por eso mismo la gente se pregunta por qué se identifican tanto con la UP, lo que convierte a los 50 años en un boomerang para el Gobierno. Le iría mejor, creo yo, si apuntara a una conmemoración menos partisana, con un “nunca más” amplio y transversal.