El 22 de julio se recordó en estas páginas el inicio de los campeonatos profesionales de fútbol, del que ese día se cumplían 90 años. El profesionalismo, en realidad, había partido en Chile antes de 1933, unos cuantos años antes, aunque se ocultaba, revelando, según un comentarista de la época, “hipocresía y cobardía moral (de los jugadores) nacidas como consecuencia del hábito de actuar mediante una paga que ellos puntualmente exigían pero que, aparte de ser secreta, no les imponía obligaciones de ninguna especie”.
Días difíciles, como han sido casi todos en los 90 años siguientes, incluido el actual, que debe ser de los peores o el peor.
En esa crónica del 22 de julio apareció entrevistado el aficionado chileno más longevo, Gino Barducci (94), seguidor de Audax Italiano de toda una vida (ha presenciado torneos desde 1937). En la noche del lunes pasado compartí con él en una telesesión muy especial de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (Asifuch), de la que ambos formamos parte como socios honorarios. Veinticinco asociados participaron de la primera Charla Magistral organizada por la comisión de Participación y Diálogos, encargada a este comentador. El tema: la investigación y su desarrollo.
Aunque pueda parecer árido, es un terreno apasionante para quienes caminan por él y muy importante para los aficionados, que buscan datos exactos y relatos fiables de los acontecimientos, y semblanzas reales de los personajes investigados.
Hace medio siglo costaba en Chile encontrar información. Federación, Asociación y clubes no tenían nada que pudiera servir a una investigación histórica o estadística y la única fuente hemerográfica (publicaciones periódicas) estaba en la Biblioteca Nacional, y la bibliográfica (no periódica) no existía aún. Interesaba saber en esta reunión sobre técnicas de investigación, las que tampoco existían y los aficionados nos íbamos a bucear a las entrañas de las bibliotecas en busca de datos que nos permitieran reconstruir la historia. Cuando una colega investigadora me preguntó por la organización de los datos obtenidos, debí confesar que mi única preocupación era que “no se me volaran los papeles” y lo conseguía corcheteando las hojas. Sé que también había investigadores ordenados en la época. Y sé que había delincuentes que robaban trozos de periódicos para adornar sus “investigaciones”.
Hoy hay mucha información y de pronto demasiada. Y también tiene sus complicaciones, pues casi todo es falsificable, incluyendo las fotografías. La verdad es más escurridiza que nunca y no sabemos hasta dónde puede llegar la Inteligencia Artificial como recurso del mundo criminal.
La Asifuch sigue recorriendo un muy buen camino, organizada por la mano eficiente de Sebastián Núñez, que es el mejor investigador documental que he conocido y que usa con singular eficacia los recursos informáticos.
Un buen grupo.