Sorpresa en algunos, y escándalo en otros, produjo en Chile la entrevista que el Presidente Boric diera a la BBC durante su viaje a Europa, en la cual afirmó que una parte de él sí querría el “derrocamiento del capitalismo”. Se aduce, no sin razón, que ello sería una contradicción con el objetivo de su misión en Europa en orden a atraer más inversión extranjera a nuestro país.
Mis observaciones al respecto son muy diferentes y tal vez opuestas a la mayoría de las opiniones expresadas. ¿De dónde sacan sus críticos que la izquierda chilena ha abandonado su visión permanente respecto del imperativo de abolir el capitalismo? ¿Que no fue precisamente aquello lo que la Unidad Popular —en estos días añorada con aún más nostalgia por esa misma izquierda— intentó hacer? ¿No han reiterado que su sueño es “abrir las anchas alamedas” y “terminar la obra inconclusa de Salvador Allende”? ¿No significa algo el compromiso de campaña, del propio Presidente Boric, de que si Chile había sido la cuna del neoliberalismo sería también su tumba? ¿Es que no han analizado los programas de las candidaturas del Frente Amplio o de Jadue? ¿No han escuchado las señales claras del rechazo al capitalismo de la coalición original gobernante? ¿De verdad creen que hemos llegado al “fin de la historia”, que la economía de mercado y la democracia, su contraparte política, han clavado la rueda de la fortuna y que la disputa entre capitalismo y socialismo prescribió? ¿Que ya no habrá más una pugna entre quienes aspiran a la igualdad absoluta y al predominio de lo colectivo y quienes defienden la libertad? ¿No han leído las alabanzas de miembros de Apruebo Dignidad a Venezuela y Cuba? ¿No entendieron que el proyecto constitucional de la Convención implicaba precisamente un enorme avance en ese sentido? ¿En qué país han abandonado las izquierdas, y menos aún sus juventudes, la utopía de un reemplazo posible del orden económico y político prevaleciente?
Dicho sea de paso, y para evitar otras confusiones conceptuales, ninguna propuesta doctrinaria o programática del PC o del FA se ha limitado jamás a la finalidad de establecer un “Estado de Bienestar” como se ha sugerido en estos días. El Estado de Bienestar se refiere a un modelo político y económico, en lo fundamental capitalista, en el cual el Estado recauda impuestos para fines sociales, asume la responsabilidad de ofrecer una red de seguridad y financia servicios públicos para garantizar la protección social de sus ciudadanos, todo lo cual hacen, por lo demás, las diversas democracias conocidas, incluida la nuestra. En el capitalismo, la discusión no es si debe o no haber una función social del Estado, sino respecto a cuánto bienestar se puede proveer, cuán ligado está ello a las posibilidades económicas de cada país y cuáles son las instituciones públicas o privadas que deben suministrarla.
La verdad es, a mi juicio, que lo único asombroso de las declaraciones del Presidente es su afirmación —que me imagino proviene de su experiencia como gobernante y lejano de sus liderazgos estudiantiles— de que solo “una parte” de él es la que persigue ese propósito. Y más relevante aún es su afirmación de que es muy difícil emprender dicha demolición mientras no se disponga de alternativas claramente mejores. Y la verdad es que, a diferencia de otros líderes de su coalición, Gabriel Boric no ha sido un incondicional de los gobiernos de izquierda radical y ha sido implacable en sus críticas a las violaciones de los derechos humanos en esas dictaduras.
Y de su duda me alegro, porque al capitalismo le es atribuible el mayor progreso material en la historia, es indudablemente el sistema que más ha ayudado a los más pobres (comparado con sus alternativas anteriores o socialistas en la actualidad) y ha permitido el desenvolvimiento de la creatividad humana y de la libertad .