La Parábola del Trigo y la Cizaña que proclamamos este domingo es aplicable a diversos aspectos de la realidad humana. Entre otras, a la convivencia del bien y el mal en cada persona y también en la sociedad. Aunque la parábola no menciona directamente la corrupción, su mensaje proporciona perspectivas valiosas sobre cómo entender y abordar este problema social y moral. Su mensaje puede ser inspirador para el momento que vivimos, en particular al modo como abordamos el "caso Convenios", que ha puesto un manto de duda sobre las fundaciones y organizaciones de la sociedad civil y su relación con el Estado en sus distintos niveles.
La parábola destaca cómo en el mundo crecen el trigo y la cizaña juntos, representando la convivencia del bien y el mal. De manera similar, la corrupción es un mal que puede coexistir junto con acciones y esfuerzos nobles, honestos y que dan mucho fruto. Reconocer esta realidad nos ayuda a comprender que la corrupción no es un fenómeno aislado, sino una manifestación de la libertad y la debilidad humanas.
En la parábola, quien ha sembrado buena semilla en su campo muestra paciencia al permitir que el trigo y la cizaña crezcan juntos hasta la cosecha. Esta paciencia puede entenderse como el tiempo que Dios nos brinda para reflexionar y arrepentirnos de nuestras malas acciones, incluyendo la corrupción. Sin embargo, también se nos advierte que habrá un juicio final en el que las acciones serán evaluadas. Esto se relaciona con la idea de que, aunque la corrupción pueda prevalecer temporalmente, llegará un momento en el que habrá consecuencias y responsabilidades por los actos corruptos.
Los peones de la parábola desean eliminar rápidamente la cizaña, pero el dueño del sembrado les pide esperar, no sea que saquen también el trigo. Esta enseñanza destaca la importancia del discernimiento y la prudencia en el manejo de la corrupción. Abordar el problema de manera precipitada o desorganizada puede resultar contraproducente. Es esencial identificar las raíces del problema, adoptar medidas adecuadas, fortalecer las instituciones y asegurarse de que los esfuerzos para combatir la corrupción no afecten negativamente a aquellos que actúan con integridad.
Las otras dos parábolas de este mismo relato -la de la semilla de mostaza y la de la levadura en la masa - nos enseñan a valorar cada pequeño esfuerzo de amar y servir, de hacer el bien, confiando en que se multiplicará, crecerá y contribuirá a transformar la realidad. ¡Qué mensaje más esperanzador!
En última instancia, la Parábola del Trigo y la Cizaña invita a la reflexión sobre los aspectos morales y éticos de la vida humana, incluida la corrupción. Nos recuerda que el mal va a estar presente siempre y que la lucha contra la corrupción es una tarea colectiva que requiere esfuerzos constantes para cultivar una sociedad más íntegra y justa. La parábola nos desafía a ser pacientes, sabios y perseverantes en la promoción del bien, el cultivo del amor y también en nuestra lucha contra la corrupción, confiando en que a la larga el amor y el bien prevalecerán, y la justicia será restaurada.
"Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero".(Mt. 13, 29-30)